Ganado: seis toros de Victorino Martín, muy seriamente armados pero de desiguales hechuras, volumen y cuajo, desde el flaco primero al muy hondo quinto. A la corrida le faltó raza en su deslucido conjunto: con calidad pero afligidos y endebles los dos primeros; con sentido y genio, cuarto y quinto; y reservones y de poca entrega, tercero y sexto.

Manuel Escribano: estocada desprendida (ovación); dos pinchazos y estocada caída trasera (vuelta al ruedo).

Fortes: estocada (ovación); estocada baja perpendicular (ovación).

Álvaro Lorenzo: estocada trasera tendida (oreja tras aviso); media estocada y dos descabellos (ovación tras aviso).

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Una oreja para Álvaro Lorenzo, una aclamada vuelta al ruedo para Manuel Escribano y una cornada de menor consideración para Fortes fue el desigual resultado del esfuerzo de los toreros ante la desrazada y, en algunos casos, compleja corrida de Victorino Martín lidiada ayer en Bilbao.Muy seriamente armados, con abundantes y astifinas cornamentas, los toros de la famosa ganadería lucieron también una muy dispar presentación, con algunos de más volumen que cuajo, a pesar de que dieron en la báscula un peso mayor del que es habitual en su estirpe. Tal vez por eso, por salirse de la hechura y el tamaño habituales, los victorinos dieron un juego decepcionante.

Pero quien supo encontrarlos perfectamente fue, paradójicamente, el toledano Álvaro Lorenzo, que no solo debutaba en Bilbao, sino que además estoqueaba su primera corrida de este hierro y de la que obtuvo una más que merecida oreja. En realidad, al manchego no se le notó esa inexperiencia en ningún momento, sino que más bien pareció que llevaba ya matadas unas cuantas corridas del hierro de la A coronada, especialmente en su faena premiada al tercero de la tarde. Tuvo ese cárdeno una embestida vulgar y de escasa entrega, sin seguir los engaños más que en cortas arrancadas de las que salía con la cara alta. Solo que, haciendo gala de su buen oficio, administrando de uno en uno los pases y jugando con las inercias, Lorenzo supo aprovechar esa mínima posibilidad para ir creando una faena tan larga como estimable.