GANADO: Seis toros de Jandilla (el 4º, con el hierro de Vegahermosa), de presentación desigual, aunque fueron más los terciados y de justo trapío. Sin excepciones, la corrida tuvo un muy escaso fondo de raza y de fuerzas, con algunos ejemplares afligidos y defendiéndose frente a otros que se desfondaron o se rajaron descaradamente.

ANTONIO FERRERA: pinchazo y estocada (silencio); estocada trasera desprendida.

EL JULI: estocada baja trasera (vuelta al ruedo tras petición de oreja), media estocada caída trasera.

ROCA REY: estocada desprendida (ovación), pinchazo hondo y estocada desprendida (palmas tras aviso).

Se anunciaban tres figuras en sazón. Dos de ellas, obligadas a redondear una feria de la que eran base pero que no les había rodado bien hasta el momento, y una, El Juli, que repetía tras el pletórico triunfo del pasado lunes. Es decir, que había argumentos sobrados para creer en los Reyes Magos. Y, para más optimismo, en los chiqueros estaban encerrados seis toros de la divisa de Jandilla, que fue la de mejores y más regulares resultados de la pasada temporada. Por eso la afición puso el cartel de «no hay billetes» en las taquillas.

Solo que, como tantas y tantas veces en un espectáculo donde el éxito nunca está ni mínimamente asegurado, se cumplió el viejo dicho de que «el hombre propone hasta que el toro lo descompone», en este caso los toros, terciados y justos de trapío, de la divisa extremeña que fracasó contra todo pronóstico en la Maestranza. El primero de la tarde, que se echó por propia iniciativa sobre el albero apenas avanzaba la faena de muleta de Ferrera, ya dio algunas pistas de lo que estaba por venir, que, sin llegar a esos extremos, fue una sucesión de animales desrazados y afligidos, con una actitud defensiva o incluso rajados y nada beligerantes.

Aunque también amagó con rajarse, el de mayor duración de los seis fue el segundo, que permitió una competencia en quites, de baja intensidad, entre Roca Rey y El Juli. Y, a pesar de que estaba muy medido de raza, también el maestro madrileño tuvo con él una actitud autoritaria y tajante, sin darle ventaja alguna en los embroques con la muleta en la derecha.

Con la izquierda, en cambio, El Juli fue más sutil, conduciendo al toro con los vuelos de la tela desde una postura y un cite más relajados, lo que el de Jandilla agradeció en dos buenas series de naturales que fueron el cenit de una faena variada pero desigual. Y, sobre todo, con una escasa coherencia estética, entre la garra y el relajo, entre lo forzado y la naturalidad.

Con todo, el público, que le había sacado a saludar tras el paseíllo y le jaleó como favorito en recuerdo de su gran tarde del lunes, quiso premiar a El Juli con una oreja que la presidencia no concedió, probablemente ateniéndose a la defectuosa colocación de la estocada. Ni Ferrera ni Juli pudieron sacar nada más en claro con los segundos de sus lotes, un cuarto toro sin celo al que el extremeño acosó en terrenos de tablas y un quinto repentinamente aplomado ante el que el madrileño no tuvo más remedio que abreviar.

Así que Ferrera, en el último de sus tres paseíllos en la feria, se fue este año de vacío de Sevilla, casi como Roca Rey, que, al menos, sí que «tocó pelo» el Domingo de Resurrección. Pero ayer el peruano, pese a su clara voluntad por sumar un trofeo más en su adiós a la Maestranza, tampoco tuvo de dónde.

El tercero, al que recibió de rodillas a portagayola, no hizo más que defenderse a cabezazos que alcanzaron más de la cuenta la muleta del peruano. Y el sexto, que tuvo cierta clase al embestir, también se iba saliendo de las suertes dejando ver una clara propensión a la huida.

Y así sucedió que, al abrirle faena por estatuarios, Roca dejó la puerta totalmente abierta para que, en varias etapas, a una por serie de muletazos, el animal se fuera finalmente adonde quería: la puerta de chiqueros. Persiguiéndole en su huida, le robó, superficiales, sin remate, algunos pases y adornos que se jalearon pero que no sumaron para nada compacto ni concreto.