Enrique Ponce es, tal vez, la cabeza más privilegiada que el toreo ha dado con diferencia. Valor, estética, elegancia; puede con todo, y además tiene una capacidad de adaptación al toro de nuestros días admirable.

Se ha acusado a Ponce de ventajista al abusar de torear con el pico de la muleta, y no es cierto. Lo que ocurre es que, como a los toros de hoy no se les puede obligar porque sin fuerza y sin casta se caen, los torea por afuera sin forzarlos, pero cuando le sale un toro complicado lo domina con gran facilidad. Enrique Ponce tiene una elegancia innata que sale a relucir hasta con el toro más difícil. Si el toro es bravo, la faena alcanza la categoría de magistral. Es verdad que lo hace todo tal vez demasiado fácil, con demasiada seguridad, y esa seguridad resta emoción en el sentir del aficionado.

Además, tiene a su favor que no ha habido nadie en toda la historia del toreo que tenga una regularidad tan aplastante. Casi todos los toros le valen. Un verdadero maestro de la tauromaquia.

Comparto con Domingo Delgado de la Cámara que, desde Paco Camino, no ha habido un torero tan listo y con tan buenas cualidades como Ponce. Absolutamente nadie, a lo largo de la historia, ha sido capaz de torear tanto y con tanta regularidad.

Creo que en esta década no ha tenido rival. Su extraordinaria sabiduría, su valor frío y su privilegiada clase lo hacen difícil de desafiar. Busca la efectividad más que la propia belleza del momento.

Pero este torero es un verdadero virtuoso, un torero privilegiado del toreo de muleta, quien al servicio de sus faenas pone su inteligencia, pienso, fuera de lo común.

Su valor es enorme. Nunca, y le he visto lidiar en muchas ocasiones, ha manifestado aspavientos ni brazadas ante toros difíciles y sin transmisión.

Es muy posible que junto a la de Domingo Ortega, su mano derecha sea la más hábil de la historia del toreo, como lo hiciera la mano izquierda de Manolete o de El Cordobés.

Sus finales de faena suelen ser antológicos. Sus ayudados por bajo, bien sean de pie o con la flexión de su rodilla, son de una naturaleza única e incomparable. Si a esto unimos el temple y la ligazón perfecta que muestra Ponce, creo que estamos ante una figura del toreo difícil de superar.

Y este preámbulo, ¿para qué?

Los mortales que tuvimos la inmensa suerte de acudir el día 27 al coso de Los Califas pudimos disfrutar, pienso, de una de las faenas, en su conjunto, más completas de los últimos años en la plaza de toros cordobesa.

Considero que se debe hacer justicia a este torero, ya no solo por la faena de este día, sino por su conjunto tras los muchos años de honesta presencia en esta plaza, que con su valentía, temple, elegancia, sabiduría, humildad, estilo … merece el reconocimiento de todos los aficionados.

Faena completa. La larga, arrodillado o sus templadas verónicas fueron el preludio de lo que vendría más tarde en la muleta. La ligazón, el cambio de manos de la muleta, su toreo por abajo, su aguante ante la previsible reacción del astado, su desbordante torería, su sobriedad … Pero sobre todo, su compromiso con la afición cordobesa, pienso, merece ese reconocimiento que solo las figuras están destinadas al olimpo del toreo.