Los más exaltados aficionados --que en todas las épocas los hubo-- quisieron enfrentar al sevillano El Espartero con el famoso cordobés Rafael Guerra Guerrita . Nada más lejos de la realidad. Guerrita era una figura excepcional, en cuanto a dominio y arte ante las fieras, y Maolillo sólo contaba con el factor único de su decisión, de su voluntad y de su arrojo. De aquí que Guerrita pronunciara aquella célebre frase al referirse al torero de la Alfalfa: "¡Lástima de chaval, con tanto dinero como había podido ganar con los toros! Pero se arrimaba demasiado y no se pué jugar asín con los miuras".

Guerrita sentía por El Espartero una especial predilección, le profesaba una entrañable amistad. Pero los esparteristas le tenían la guerra declarada al califa. Así, en la feria de Sevilla de 1888, en la que Rafael triunfó rotundamente una tarde tras otra, se veía obligado a volver a Córdoba a dormir para librarse de las iras de los partidarios del torero de Serva.

El Espartero estuvo muy poco tiempo en activo como novillero. A los dos meses y un día de su presentación como tal, se hizo doctor en tauromaquia en su tierra. Fue el 13 de septiembre de 1885 y el padrino, su paisano Antonio Carmona Luque El Gordito , que le cedió el toro Carbonero , del marqués de Saltillo.

Confirmó el doctorado el 14 de febrero del mismo año, alternando mano a mano con Fernando Gómez El Gallo , con toros de Núñez Prado. Y un detalle curioso: Lagartijo se negó a ser el padrino de la ceremonia, alegando que no había visto torear al neófito, que sólo contaba 19 años y llevaba muy poco tiempo en la profesión. El detalle no tiene precedente.

Muy castigado por los toros fue Manuel García Cuesta, como resultante de su gran arrojo. El más grave de los percances sufridos tuvo ocasión en Sevilla, el 23 de octubre de 1892. El toro Tesonero , de Veragua, le infirió una tremenda cornada en el pecho. El Espartero, sin embargo, se mantuvo hasta entregarlo a las mulillas. ¡Ejemplo de pundonor torero, que le dio justa fama!

Epílogo cordobés

Precisamente de Córdoba partió Manuel García El Espartero rumbo a la muerte. Verán. Con motivo de la Feria de Nuestra Señora de la Salud de 1894 se habían organizado dos corridas de toros, ambas con el mismo cartel de toreros: Luis Mazantini, Espartero y Guerrita. Al terminar la segunda corrida, la del día 26, El Espartero, que parecía presagiar la tragedia, mantuvo una conversación con el empresario madrileño Bartolomé Muñoz en la que pronunció estas palabras: "Quisiera que rompiésemos el contrato y, en vez de torear mañana en Madrid, irme esta noche a mi casa de Sevilla". El empresario le respondió: "Me pones en tal caso en un verdadero compromiso, pues tengo que cumplir con el cartel del abono. Y Zocato y Fuentes, con otro torero que no seas tú o Guerrita, me acarrean un trastorno". Volvió a insistir el torero de la Alfalfa: "¡Pues le doy diez mis reales, con tal que rompamos el contrato...!" Pero no llegaron a un acuerdo. Además, El Espartero encontró otro nuevo obstáculo para trasladarse a Madrid. El tren expreso que debía tomar estaba completo. Al fin, se hicieron las pertinentes gestiones y se le pudo añadir un vagón más. Y así Manuel García emprendió viaje. Su último viaje.

El 27 de mayo de 1894 se celebraba en Madrid la sexta corrida de abono. El primer toro de la tarde, que atendía por Perdigón y era delantero, astifino, colorao, ojo de perdiz, bravo y con poder, tomó cinco puyazos, dejando tres arenques para el arrastre. Espartero --que vestía terno verde y oro, con cabos negros-- lo trasteó de cerca, observando que el animal tenía la cabeza descompuesta. Entró a matar y al dejar un pinchazo fue empitonado por el pecho y volteado. Se levantó el torero y se arrancó muy en corto para dejar una estocada contraria. Quedó encunado y derribado más tarde, sufriendo una tremenda cornada en la región hipogástrica. Trasladado a la enfermería, falleció a los veinte minutos de su ingreso. Así terminó la historia de este valiente torero, a sus 28 años, ya que nació el 18 de enero de 1866.

Manuel García fue el autor de una frase célebre. En cierta ocasión, cuando un amigo le advirtió que con su forma de torear habría de sufrir muchos percances, contestó sentencioso: "¡Más cornás da el hambre...!". Pero la corná definitiva fue la de Perdigón , el toro de Miura... Toro de leyenda.