Ganado: seis toros de Celestino Cuadri. Salvo el segundo, fueron manejables y nobles pero de poco fondo y duración. El mejor fue el cuarto, 'Trastero' de nombre, y con encastadas embestidas, que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Rafaelillo: dos pinchazos, estocada contraria enhebrada, estocada y descabello (ovación tras dos avisos); estocada (dos orejas tras aviso). Salió a hombros.

Luis Bolívar: estocada baja (silencio); pinchazo y media estocada desprendida (silencio tras aviso).

Jesús Duque: estocada (ovación tras petición de oreja); estocada trasera (silencio).

Un toro encastado, que embistió con emoción y entrega a la muleta, y un torero honesto como Rafaelillo, que le plantó cara para someterlo, se unieron para crear los momentos de mayor intensidad de una feria con pocas emociones. Tuvo ese Trastero mucho mayor fondo de bravura y casta que sus hermanos, y lo mostró arrancándose al caballo de picar con alegría, por mucho que luego su pelea bajo el peto no pasara de discreta.

Pero el astado volvió a emocionar al tendido al arrancarse al galope a los banderilleros, lo que aprovechó Joselito Rus para clavarle dos pares de sobria, limpia y soberbia ejecución, por lo que fue obligado a saludar.

Ya con el público metido en ambiente en esos dos vibrantes primeros tercios, Rafaelillo citó con la muleta al bravo ejemplar directamente desde los medios, con la voluntad tanto de lucirlo como de fajarse con él en un trasteo que centró todas las miradas. Embistió siempre el toro con la cara abajo, aunque pedía sometimiento a cada arrancada: que los vuelos de la muleta fueran siempre a ras de arena, como acertó siempre a responderle Rafaelillo.

No fueron series largas en cantidad de muletazos, por las pausas a que obligó el viento o porque a veces el toro se quedaba en la suerte si no era conducido hasta el final, pero sí que tuvieron una gran intensidad. En concreto, la intensidad generada por una embestida entregada y muy seria y un toreo de mano baja, acompañados por los acordes de un pasodoble que la banda tocó con mucho pellizco.

Así fueron los momentos de más altura de la feria, que se remataron con una gran estocada de Rafaelillo y una larga agonía del toro, que se resistió a doblar obedeciendo a su fondo de casta. Finalmente, a manos del torero murciano fueron a parar las dos orejas de Trastero, arrastrado por las mulillas en vuelta al ruedo antes de que el ganadero Fernando Cuadri se viera obligado a saludar desde el tendido.

Antes, los repetidos fallos con la espada habían privado a Rafaelillo de cortarle la oreja al primero, que se movió con nobleza, aunque sin demasiado celo, en una faena en la que primó la habilidad del torero.

A Luis Bolívar le correspondió el peor lote. El segundo se quedó siempre corto, bien ciñéndose o bien defendiéndose a cabezazos, y el colombiano no perdió el tiempo con él. El quinto tardeó y se aplomó pronto, y Bolívar tiró con pulso de las embestidas en un manojo de muletazos que exprimieron al animal.

La actuación del valenciano Jesús Duque, que tomó la alternativa en esta misma plaza hace apenas cuatro meses, fue más que digna. A pesar de su inexperiencia, el joven espada le puso determinación y buen gusto a un tercero noble, pero sin clase y aplomado, y a un sexto manejable y de poca transmisión.