Ganado: novillos de Daniel Ramos Alfonso, muy bien presentados y nobles.

Mazzantini: estocada tendida y atravesada que escupe (silencio tras aviso); y dos pinchazos y media (silencio tras aviso).

Javier de Prado: dos pinchazos y casi entera caída y atravesada (silencio); y estocada muy defectuosa, seis pinchazos y bajonazo (silencio tras dos avisos).

Alejandro Fermín: estocada caída (vuelta al ruedo); y cinco pinchazos (silencio tras dos avisos).

Las siete de la tarde y el cielo de Madrid se cubría como un manto negro presagiando las peores de las tormentas. Las luces de la plaza se encendieron como en un festejo nocturno. Y fue romper el paseíllo y llegó lo que era irremediable, primero en forma de vendaval y, después, el aguacero.

La tarde de ayer en Las Ventas fue un sinsentido. Exponer así a tres novilleros que vienen a Madrid en busca de contratos es de lo más ingrato. Primero por el peligro que corren, pero también porque hagan lo que hagan apenas va a tener eco en los tendidos, más pendientes de ponerse a salvo de la lluvia que de lo que pasa en el ruedo.

Así le pasó a Mazzantini en su primero, en el que tuvo que batallar contra el huracán para protegerse las femorales y no quedarse al descubierto. Así y todo se jugó el tipo el hombre, quedándose muy quieto y poniéndose de verdad, logrando pases muy meritorios. Mas no le tuvieron en cuenta, por eso, tras dar muerte al utrero, no recibió ni un solo aplauso. El cuarto fue un taco de novillo por su trapío y sus astifinas defensas.

Javier de Prado lanceó con gusto a su primero, con el que le costó un mundo estar delante, no por la condición del astado, que fue noble, sino por la meteorología tan adversa. Hubo gente que hasta le censuró. Qué falta de sensibilidad. El quinto fue novillo más deslucido, un animal manso que pronto buscó el refugio de las tablas.

Cuando asomó el primero de Alejandro Fermín, el dios Eolo pareció dar una tregua a la tarde. Fue éste un novillo de nobles embestidas, con el que el cacereño anduvo templado, corriendo muy bien la mano. No faltaron las manoletinas y circulares invertidos en el epílogo, para acabar despachando al novillo de cualquier manera.