Ganado: Toros de Alcurrucén, el sexto con el hierro de Lozano Hermanos, de desiguales de hechuras y capas, pero serios por delante y cinqueños los seis; mansos, huidos, sin celo y, algunos, con las complicaciones propias de la falta de raza, a excepción del encastado segundo, que tuvo un buen pitón derecho.

Curro Díaz: estocada baja (ovación); y media desprendida y descabello.

Joselito Adame: estocada delantera y desprendida (división al saludar tras leve petición); y estocada caída (oreja protestada).

Juan del Álamo: estocada baja y trasera (silencio); y estocada trasera y tres descabellos (silencio tras aviso).

El mexicano Joselito Adame fue otro de los toreros en aprovechar las ya eternas rebajas que cierto público de Madrid mantiene por San Isidro, al cortar una oreja de muy poco peso a un manso, huidizo y deslucido toro de Alcurrucén, al que solamente robó dos tandas a derechas antes de matarlo de cualquier manera. Porque la espada cayó muy baja, y provocó derrame al animal, que, como no podía ser de otra manera, cayó fulminado sobre el albero, algo que incomprensiblemente entusiasmó todavía más a una parroquia inmersa en una fiesta que ya se ha convertido en toda una rave taurina, y que no tiene pinta de finalizar hasta el próximo 10 de junio. Los mismos que vibraron de forma totalmente desmedida con la labor de Adame ante un quinto manso, huido y remiso a cualquier afrenta.

El mexicano parecía desesperarse, igual que el personal, que veía que se marchaba a casa sin nada que poder contar, de ahí que, tras dos tandas a derechas, en las que el de luces consiguió medio sujetar al manso, llegara la locura, con gente puesta en pie aplaudiendo como si Adame hubiera cuajado la faena de su vida. Y fueron dos tandas, dos, meritorias por sudadas, pero tampoco nada del otro mundo.

Ya está dicho que la espada se le fue un palmo abajo. Dio igual. Como también el aparatoso y desagradable derrame de sangre del animalito, según se desplomaba patas arriba sobre la arena. Los pañuelos no tardaron en aflorar, vistiendo los tendidos de blanco, y al usía (otra vez el mismo que le negó el triunfo a Fortes otro día) no le quedó otra que asomar también el suyo. Algo todavía más preocupante es que Adame paseó la oreja en una eterna y celebradísima vuelta al ruedo, olvidándose posiblemente del toro que se le había ido en su primer turno. El de Aguascaliente no se acopló en ningún momento con él.

Curro Díaz anduvo firme y con actitud ante un primero de corrida manso, blando, a la defensiva y sin recorrido alguno, que llegó a lanzarle por los aires cual muñeco de trapo cuando trataba de ensayar la primera tanda por el izquierdo. Y con el cuarto, toro incómodo por rebrincado y con la cara siempre por encima del palillo, el de Linares, que sufrió también un golpetazo en el brazo izquierdo, esta vez pasó sin pena ni gloria.

Y Juan del Álamo se marchó con una mano delante y otra detrás, al estrellarse con un tercero de lo más desabrido por lo bruto que fue y lo poco que se empleó, y con un sexto también imposible para ni siquiera ensayar algo mínimamente lucido. Y éste fue uno de los grandes triunfadores del año pasado... Bendito premio el suyo.