Cristina acude cada viernes a las reuniones de TT. Tiene una hija de seis años cuya vida dio un giro hace solo ocho meses. Ahora está empeñada en que el mundo conozca y comprenda la realidad de las personas transexuales. «Mi hija siempre se ha sentido una niña», explica, «con dos o tres años, venía de la guardería, se quitaba el pañal y se sentaba para hacer pis porque era una niña, decía», explica su madre, «a menudo me pedía que le comprara braguitas, ella pensaba que le pasaba algo pasajero, que un día se despertaría y sería una niña, incluso te corregía si te referías a ella usando el masculino». Su madre, confiesa, no entendía lo que le pasaba a su hijo porque no sabía lo que era la transexualidad. A medida que crecía y nada cambiaba, empezó a mostrarse agresivo, a meterse en sí. «En casa, se sentía segura, actuaba como una niña, pero de puertas afuera no era feliz». Cristina, angustiada, consultaba en internet «pero no entendía nada, tenía miedo, mucho miedo, hasta que encontré a la asociación TT, a Carmen y a otros padres con niños transexuales y ellos fueron mi luz», asegura. Allí la tranquilizaron y le indicaron dónde pedir ayuda. Hace ocho meses, la animaron a dar el paso y se echó atrás. Había que darle vía libre para que empezara a vestirse como niña, llamarla por su nuevo nombre, que ella misma eligió entre sus compañeros de TT. Su hija estaba lista, pero ella no. «Me asusté», confiesa Cristina, «dudaba si estaba haciendo lo correcto». Solo tardó un día en recapacitar. «Al día siguiente la recogí del baile y nos fuimos a comprar ropa, incluidas las braguitas que llevaba años pidiéndome», avisó a los profesores y se presentó por la mañana con ropa de niña. «Cuando llegó a la clase le dijo a la seño. Soy Alicia, soy una niña y llevo una falda, eso es lo que hay», recuerda, «juntas hemos pasado un proceso muy duro, pero ahora me siento orgullosa de mi hija, soy muy consciente de que hemos vivido algo especial».