El presidente de la Fundación Savia, Francisco Casero, alerta de la pérdida de árboles en la dehesa y afirma que «se calcula que en la Sierra Morena cordobesa desaparecen 0,4 encinas cada año». En esta línea, señala que este espacio «no solo se debe observar desde el punto de vista de la actividad económica, sino también de su conservación».

Al hilo de esto, recuerda que «los suelos de la dehesa no tienen condiciones para ser otra cosa» y hace hincapié en que una parte importante del agua que se consume en ciudades como Córdoba viene de estas zonas. Asimismo, se pregunta «¿Cuánto vale un paisaje?» y comenta que «muchas familias» viven de la actividad relacionada con estos territorios, que «da lugar a productos de alta calidad». En referencia a esta labor, Casero también critica el «exceso de burocracia», precisando que «la ganadería extensiva tiene que cumplir más de 40 normas».

Por su parte, el responsable del área forestal de Asaja Córdoba, Tomás Jurado, coincide en esta cuestión, subrayando que «se requiere agilidad administrativa». Además de esto, explica que se reclama que se reconozca la dehesa como superficie apta para el cobro de ayudas de la Política Agraria Común y que en el Coeficiente de Admisibilidad de Pastos se incluyan los suelos que están bajo la copa de los árboles. Sobre los beneficios de este espacio, destaca que las encinas son un sumidero de CO2 y que la dehesa contribuye a regular los ciclos hidrológicos, a lo que añade que «se genera paisajismo» y que es el hábitat de «casi todas las especies amenazadas en Sierra Morena».