Un caudal de sonidos invadió anoche -con más de una hora de retraso sobre el horario previsto debido a la lluvia-- las dos orillas del Guadalquivir a su paso por Córdoba, que mostraban una imagen muy distinta a la habitual al convertirse en un gran escenario poblado de un importante número de artistas que iban llegando a su río a medida que se acercaba la hora de su actuación, eso sí, después de secar los escenarios, en unos casos con potentes máquinas secadoras y otros con la clásica fregona. Cables, micrófonos, bafles y equipos de sonidos formaban parte de un paisaje que atrajo a miles de cordobeses y foráneos llenos de curiosidad y expectación ante un evento del que poco se sabía a pocos minutos de comenzar, cuando las nubes aún amenazaban una velada en la que, finalmente, la climatología permitió vivir nuevas experiencias, aunque no las del concierto del grupo Los Aslándticos, que no pudo actuar debido a una avería eléctrica. Para quitar el mal sabor de boca a sus seguidores, la banda cantó con tan solo una guitarra el tema Mi primer día.

La salida del arco iris marcó un antes y un después. Como por arte de magia, el público comenzó a llegar a la Ribera, que en pocos metros pasaba de la música electrónica al bollywood, al swing y al rock, a los ritmos africanos y brasileños o al pop británico de Los Escarabajos. Mapa en mano, la mayoría de los que se acercaban a los alrededores del gran río se planteaban hacia dónde dirigirse, dada la enorme oferta que propone este novedoso festival, aunque también los hubo que tenían muy claro su plan. «Todo no se puede ver», decían dos amigos que buscaban el escenario Hudson.

Y entre tantos sonidos, el recorrido también ofrece el atractivo de poder admirar el trabajo de un grupo de artesanos del cuero, la madera o la plata, o las curiosas esculturas de material reciclado que aporta Sadeco, desde la clásica cabina teléfonica roja inglesa hasta un cocodrilo que parece querer adentrarse en las aguas del Guadalquivir. Al otro lado, junto a la Calahorra, la comida está servida. Dos hileras de foodtrucks ofrecen al público desde cocina sefardí a burritos mexicanas y cucuruchos de hummus, pasando por un salmorejo de cereza realizado a base de productos ecológicos. Un buen número de barras permiten saciar la sed del variado público que anoche --y seguirá haciéndolo hoy y mañana-- dio una vitalidad muy especial al río que estos días propone una auténtica fiesta gracias al diálogo con culturas de muy distintos lugares del mundo.