Aprovechando los resquicios que las altas temperaturas del verano dejan para disfrutar de la calle, la gente camina en los alrededores del río Guadalquivir en la capital de Córdoba, por la mañana. Otros, aprovechan para sentarse en la terraza de los bares y los turistas apuntan con sus cámaras al paisaje. Disparan. Pero, tras la postal, se esconde un problema que los vecinos llevan años denunciando. Según expresan, La Ribera del río no se encuentra en el estado ideal, y señalan a una falta de mantenimiento. «¿Por qué no lo limpian?», preguntan. Y esa cuestión expresa una petición popular, la de que las administraciones vayan más allá de las acciones puntuales en los terrenos que circundan al río.

Algunos apuntan a un exceso de vegetación que, entre otras cosas, opinan que fomenta la aparición de plagas. «Hay ratas, y he llegado a ver alguna culebra», indica una mujer residente en la zona. Sin embargo, las opiniones están divididas en este aspecto. A la lista de protestas, se suma un olor que, según las declaraciones de algunos cordobeses, rodea al río, especialmente en verano, cuando las lluvias disminuyen. Otro vecino, aunque mantiene las quejas, aclara que es «partidario de la vegetación, mientras no implique una acumulación de suciedad».

Para Pepe Larios, que ha ligado su vida al ecologismo y preside Equo en Córdoba, el problema no es la vegetación. Por el contrario, «esta favorece a reducir los niveles de dióxido de carbono y gases contaminantes, así como a que conviva una diversa fauna y a refrescar la zona». Por ello, «no se puede destrozar», señala. «Tenemos un río naturalizado».

En respuesta a las quejas vecinales respecto al olor, Larios enfoca el problema en la acumulación de agua en La Ribera cuando se reduce el nivel del cauce. Para solucionarlo, propone una depuración natural mediante plantas acuáticas. Desde su punto de vista, es cierto que, quizás, debería existir mayor mantenimiento y civismo, además de un convenio que permita actuar correctamente, ya que «cada uno (Ayuntamiento y Confederación) tiene sus respectivas competencias». Desde el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento dicen que entienden a los vecinos. «El bosque de ribera hay que cuidarlo, sin erradicarlo. No podemos entrar arrasando. Hay que dejarlo lo más natural posible, que no significa descuidado», indica la delegada de Medio Ambiente e Infraestructuras, Amparo Pernichi.

Respecto al olor, el mismo Larios asegura que no se debe a los árboles. Es más, según él, la vegetación contribuye a contrarrestarlo. Desde el equipo técnico de Emacsa redibujan la línea del asunto. «Esto no es nuevo. Los aliviadores que desembocan en el río -los cuales han estado en el foco de algunas quejas- no son el problema», apuntan. Los olores que aparecen en los alrededores se deben, según explican, a que «los colectores más importantes del alcantarillado de la ciudad pasan por ahí». A través de estas estructuras subterráneas se dirigen las aguas residuales hacia la depuradora. De este modo, «cuando las lluvias disminuyen, la actividad de los aliviaderos, que permite que las aguas sobrantes fluyan, se reduce». Las posibles soluciones podrían llegar desde la parte técnica, informan, «colocando cifones». El inconveniente, señalan, es que «en la calle eso podría desencadenar en atrancamientos e inundaciones». Mientras tanto, el reclamo de una parte de los cordobeses no se extingue.