Los Reyes Magos demostraron ayer que efectivamente les envuelve un halo de magia porque, pese a todos los pronósticos del tiempo consultados durante la semana, que daban lluvia al 100% a la hora del recorrido, y tal y como pronosticó Emilio Aumente, el delegado de Presidencia del Ayuntamiento, se desarrolló con normalidad y con presencia muy puntual de cierto chirimiri. Desafiando a las previsiones, Melchor, Gaspar y Baltasar recorrieron la ciudad a un ritmo más rápido de lo habitual, batiendo todos los récords y logrando llegar a meta las primeras carrozas justo a las 20.00 horas. La Policía Local la daba por terminada cuando todas las personas fueron depositadas de vuelta en el punto de partida, El Arenal, lo que tuvo lugar a las 21 horas en punto.

Sin prisa, pero sin pausa, Sus Majestades, precedidos por la carroza de los Minions, de la cartera real o de la princesa Frozen, se pusieron las pilas para cubrir todo el recorrido esquivando a las nubes. Animando el cotarro, dos bandas de música cofrade interpretando temas navideños como Los Campanilleros o el 25 de Diciembre, fun, fun, fun y Ya vienen los Reyes Magos. A diferencia de otros años, en los que la lluvia de caramelos empieza justo en la plaza de Santa Teresa, esta vez dio comienzo nada más terminar el puente de Miraflores, donde se agolparon miles de niños y adultos deseosos de endulzarse el día con alguna golosina. Tras una leve descarga de agua, los paraguas se dieron la vuelta para recoger lo máximo posible de lo que caía del cielo («Isa, aprende, abro la parabólica y ya verás lo que pesco»), dijo un padre orgulloso con su paraguas en la mano. Una práctica insolidaria tan extendida como la de tirar los papeles de los caramelos al suelo en lugar de guardarlos para depositarlos en la papelera. Menos mal que la patrulla de Sadeco sigue muy de cerca los pasos de la cabalgata, dejando limpio el recorrido sobre la marcha. Aunque algunos se quejen. «Eso está muy bien, pero se han llevado muchos caramelos al barrer tan pronto», lamentó una madre a la que se le escapó un puñado de caramelos a los que le había echado el ojo.

Los despistados tuvieron a mano al personal de Correos, que recogió multitud de cartas de última hora para hacerlas llegar a Sus Majestades mientras repartían también caramelos y golosinas. El poder de atracción de los Reyes Magos y los productos que entregan es tal que hay quien se deja la piel por llevarse a casa una bolsa llena de lo que sea. De hecho, en ocasiones se ven escenas surrealistas en las que adultos hechos y derechos arrebatan de las manos de los niños pequeños caramelos como si de lingotes de oro se trataran. «Parece que están tirando dineros», se quejaba un abuelo, abrumado por el ímpetu de algunos padres, armados con paraguas y cargados con bolsas repletas de paquetes de gusanitos. También es cierto que el tiempo de espera, en días como ayer, acentuado por el frío y el chirimiri, alteran los nervios de algunos, deseosos de acumular el botín cuanto antes para salir corriendo a la cafetería más cercana a tomarse los tradicionales churros con chocolate del día de Reyes. No había más que ver los puestos del paseo de La Victoria minutos después del cortejo real, repletos de comensales. Los que salieron peor parados de la cabalgata de ayer fueron los del último tramo, repleto de familias. Al lamento porque la cabalgata no recorriera la avenida de Barcelona, se sumó el de la lluvia, que aceleró la marcha de las carrozas, y la escasez de caramelos y regalos. «¿Y para esto he salido de casa?», se quejó un padre frustrado.

Desde que se inició el mandato del gobierno municipal, Córdoba ha vivido desfiles de Reyes Magos de lo más dispares. El del 2016, una cabalgata en la que no iba a llover y cayó un diluvio (el primero en treinta años un 5 de enero, que cayó justo a la hora del inicio para dejar poco después el cielo más raso que una tabla). El del 2017, en el que no iba a llover ni llovió. Y el de ayer, el desfile en el que iba a llover y al final no lo hizo. A ver qué Cabalgata nos depara el año que viene.