Una mujer le informó de la posibilidad de ganarse la vida prostituyéndose en un piso como alternativa a sus apuros económicos y ella lo hizo. Carmen, el nombre ficticio de la usuaria de Cruz Roja en Córdoba que ha contado su testimonio a este periódico, tiene 42 años de edad y es original de un país de Latinoamérica.

Desde hace seis ejercicios reside en España, aunque todavía no ha podido regularizar su situación. Antes de entrar en este mundo, trabajó siempre en casas, cuidando a niños y mayores, e incluso en la venta ambulante en su tierra, pero cuando se le acabaron estas opciones buscó otras vías para conseguir dinero que enviar a su familia. Así, recuerda que en su país «está difícil la vida» y hace hincapié en que «no he dejado abandonados a mis hijos, sino que lo hice por trabajar y por salir adelante». Ella es una de las numerosas personas que acuden a esta institución para recibir ayuda y detalla que se encuentra en España ante la alternativa de «estar en mi país haciendo nada», a lo que se suma que «el dinero de aquí vale mucho allí, pero ahora no lo tengo y eso me tiene preocupada». Carmen explica que necesita ingresos, «porque mis hijos dependen de mí» para poder vivir. A pesar de su situación, se encuentra sola y «no tengo quien me preste el dinero, por lo que tengo que buscar cómo ganármelo», señala. Sin embargo, al hablar de su experiencia como prostituta apunta que «ya no estoy ahí, quiero un trabajo digno», que aceptaría «en lo que me salga, de limpiadora, cuidando niños, como empleada del hogar».

En línea con lo apuntado por Cruz Roja, que destaca que la necesidad extrema de lograr dinero se encuentra detrás de la mayoría de los casos que atiende relacionados con la prostitución, la situación de Carmen se debe a la falta de oportunidades en el mercado laboral. Cuando llegó a España estuvo cuatro años atendiendo a una familia con cinco hijos, pero «lo dejé porque no me hacían contrato ni me legalizaban». Junto a esto, recuerda que en una ocasión fue operada por un problema de salud «y solo me llamaron una vez, ni se preocuparon. Me hubiera muerto y no hubieran preguntado ni cómo estaba». También cuidó a una persona mayor, pero falleció.

Sin amigos ni otras relaciones, su primer contacto con Cruz Roja tuvo lugar cuando acababa de llegar a Córdoba. Carmen afirma que «tengo la fe en que todo puede cambiar y mi vida puede ser diferente», y precisa que le gustaría impulsar su propio negocio de venta de chucherías.

En su opinión, algunas personas ejercen la prostitución «porque quieren» dedicarse a esta actividad, pero también apunta que existen otras que desean salir de ella. Sobre la posibilidad de regresar a su país, indica que esto dependería de sus posibilidades económicas.