Cuatro años se cumplen hoy de la muerte de Lou Reed. Este 27 de octubre es el día en el que el independentismo sueña con que, como recitaba con su voz inconfundible el genio neoyorquino, el Parlamento catalán camine por el lado más salvaje de la vida y apruebe la DUI. Como el procés da más giros de guion que una película de David Lynch, nadie se atreve a decir si será un Perfect day para los independentistas, aquellos que se quedaron a medias el día 10 con aquella DUI interruptus ni si, como rezaba la canción, lo celebrarán bebiendo sangría en el parque. Lo que está claro es que pocos partidos habrán intentado más evitar el choque de trenes que el PSC.

Miquel Iceta ha sido una de las voces que con más ahínco ha reclamado a Carles Puigdemont y Mariano Rajoy bajar el volumen ensordecedor e instar al president a que aparque el trash metal de la DUI, el particular Lulu de JxSí, aquel inclasificable álbum que Reed hizo con Metallica y que no convenció ni a los fans de la banda ni a los del mítico cantante.

El líder del PSC se ha desgañitado no solo en sus llamamientos públicos al president, sino también con el trabajo entre bambalinas. Él ha comandado los intentos de los socialistas catalanes para evitar la colisión, tratando de hacer de puente entre los dos gobiernos. Desde el 1-O, fuentes socialistas explican que se han vivido momentos de todo tipo, en los que se ha pasado de la euforia al más profundo abatimiento. Ayer, por ejemplo, tras el subidón que vivieron al vislumbrar que Puigdemont aceptaba convocar las elecciones, la preocupación volvía a instalarse en su sede al constatar que el president no la declaraba alegando falta de garantías de que no se aplicaría el 155. «Hemos movido cielo y tierra. Ahora ya no está en nuestras manos», reflexionaban desde filas socialistas, que destacaban el trabajo en pos del consenso del cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y del PNV.

Iceta habló el sábado con Rajoy tras el anuncio de las duras medidas del 155. El primer secretario del PSC ha mantenido conversaciones constantes, no solo con Pedro Sánchez sino también con el presidente del Gobierno y con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a la vez que intentaba convencer tanto en público como en privado a Puigdemont (la última reunión ayer tras el pleno) de que la única solución eran unas elecciones, igual que el expresident José Montilla y la alcaldesa de Hospitalet, Núria Marín.

Montilla, que el martes ya emplazó al president a abandonar la DUI por «patriotismo» en su comparecencia en el Parlament, se reunió el miércoles con Puigdemont para rogárselo en privado. Hoy todas las miradas en el Senado apuntarán al único senador del PSC. La abstención es la opción por la que apuestan varios miembros insignes de los socialistas catalanes, aunque señalan que «Montilla es Montilla».

Por su parte, la alcaldesa de Hospitalet también se vio el miércoles con Puigdemont, con el que mantiene una buena relación desde que este era alcalde de Girona y al que le ha hecho llegar muchos de los mensajes que le llegaban desde la Moncloa y de otros ámbitos. Como por ejemplo las conversaciones que mantuvo con el Rey tras el desfile del 12-O y también con el presidente del Gobierno, al que desde principios de septiembre ha advertido de la «necesidad de frenar la escalada de tensión» y al que le ha transmitido también las reflexiones de Puigdemont en aras de encontrar un punto de acuerdo sobre la bocina.