Las tres escuelas de Seyne-les-Alpes tienen que emplearse a fondo estos días para explicar a sus alumnos lo que está pasando en el pueblo. La aldea vive de la agricultura y del turismo, básicamente esquiadores, pero estos días es un hervidero de policías, políticos, periodistas y curiosos. Todos, con el foco puesto en la catástrofe del avión de Germanwings, el pasado martes, cuyas causas todavía son un misterio para los investigadores.

Más de 500 periodistas de todo el mundo se han desplazado a este rincón de los Alpes franceses para seguir las tareas de rescate de los cuerpos de las 150 víctimas mortales. El pueblo es parco en cobertura pero rico en moradores amables. Raro será encontrar uno que no haya atendido con una sonrisa a un medio de comunicación brasileño, americano, alemán, español o japonés.

Uno de los que ha tenido más trabajo es el fisioterapeuta Dewi Chys Jones López, de 30 años, que abandonó España porque la crisis no arrojaba oportunidades y ahora, aquí, en Francia, las cosas le van bien. Cuenta que la mañana del martes escuchó el estruendo de un avión volando muy bajo. Y que poco después se encendieron las sirenas que se instalaron para alertar de los bombardeos alemanes durante la segunda guerra mundial y que ahora se activan cuando es necesaria la presencia de voluntarios.

Estaba claro que algo pasaba. Y nada bueno. Poco a poco fueron sabiendo del alcance de la tragedia. "Me siento muy extraño al saber que a 10 kilómetros de casa hay decenas de personas muertas". Habla con el corazón entre agitado y encogido, porque este es un sitio muy tranquilo, y le parece muy raro que "esté invadido por policías y periodistas". "Estamos aturdidos: hay que hacer el máximo para ayudar a estas personas", confiesa el concejal Daniel Chabot. Los vecinos trabajan con una oreja en el transistor, con un pie en la calle. Orientan hacia el helipuerto al que acaba de llegar, se prestan a echar una mano en lo que sea menester, por eso les frustra tanto, comparten, que todavía no se haya podido empezar a recuperar los cuerpos de los pasajeros.

El polideportivo del pueblo, que la primera noche se convirtió en el centro internacional de prensa, se ha cerrado porque está previsto que mañana se use para recibir a la primera familia de fallecidos. También en la localidad vecina de Digne-les-Bains, a 40 kilómetros, se ha habilitado un pabellón para dar total cobertura a los más allegados. Se respira en el ambiente la certeza de que esto va para largo. Semanas, o incluso meses. Porque aquello está muy empinado, señala un vecino. Y porque cómo avanzaron los líderes de Francia, España y Alemania, se quieren hacer las cosas bien, repatriar los cadáveres en las mejores condiciones posibles. Mientras todo eso se lleve a cabo, la localidad de Seyne-les-Alpes mantendrá el tipo.