Los psiquiatras y psicólogos forenses que trazan autopsias de mentes homicidas suelen seguir el patrón de la lógica: consideran y analizan en primer lugar la hipótesis más sencilla o plausible y desde ahí avanzan hasta el más complejo y retorcido razonamiento criminal. Este procedimiento, no obstante, les resultaba ayer poco eficaz para establecer qué empujó al joven Andreas Lubitz hacia el precipicio de Los Alpes franceses con 150 vidas a su cargo. Aun así, y ante hechos tan irrefutables como que Lubitz impidió el acceso a la cabina al comandante de la nave, o el largo tiempo --ocho lentos minutos-- invertido en el descenso definitivo, establecieron que el copiloto pudo ser propulsado o por una crisis confusional que le borró la noción de su persona y la del tiempo y el lugar en que se encontraba, o por un intenso deseo de darse muerte para dejar de sufrir haciendo extensivo su suicidio --en una especie de acto social compasivo-- al resto del pasaje.

Ambas hipótesis están descritas en la literatura psiquiátrica. No sería la primera vez que suceden, aunque no son defendidas por unanimidad. "En lo primero que he pensado al escuchar lo sucedido ha sido en un suicidio extendido, decidido por el copiloto para acabar con la pesada carga que le suponía vivir y, de paso, hacer un favor a los pasajeros por ese mismo motivo", afirmó Enric Alvarez, responsable de Psiquiatría en el Hospital de Sant Pau. "Es un acto que exige una enorme fuerza de voluntad", puntualizó.

MUERTE POR COMPASION No obstante, cuando un suicida extiende su autoagresión a otras personas con esa supuesta buena intención, estas suelen ser de su familia. "En esas formas de suicidio siempre existen los afectos: una madre trastornada que pretende evitar el futuro sufrimiento de sus hijos pequeños, un marido enfermo que acaba con su mujer...--apuntó Jordi Baget, psicólogo forense--. En este caso, no había emociones conocidas entre el copiloto y el pasaje". "Las flores no crecen de golpe", añadió, descartando la hipótesis. Baget sí vió plausible, en cambio, que Lubitz sufriera una crisis confusional, una alteración cerebral de aparición súbita que causa una desorientación completa: impide discernir dónde se está, el día y hora presentes y, lo más grave, borra temporalmente la noción de quién es uno mismo. "Como un demente, como un borracho: sin poder coordinar sus acciones, incapaz de abrir la puerta al comandante que intentaba entrar", describió Baget. Un brusco descenso de los niveles de glucemia en la sangre pueden provocar esta crisis, o también una drástica descompensación hormonal que, sin embargo, hubiera podido ser advertida en un análisis sanguíneo.

No consideran verosímil estos especialistas que el copiloto sufriera un repentino brote psicótico, una crisis que los juristas describen como trastorno mental transitorio. "Sus compañeros, o su familia, lo hubieran detectado la noche antes del vuelo", indicó Baget". El psicólogo forense no deja de citar otras posibles causas para este homicidio: "que Lubitz fuera víctima de una hipnosis programada por terceras personas, que le hizo activar la palanca del choque", indicó.

CORTOCIRCUITO El forense Josep Arimany, emplazó a realizar una urgente autopsia psicológica de Andreas Lubitz y discrepó del fiscal de Marsella, Brice Robin, que descartó la muerte por infarto del copiloto aludiendo a la respiración pausada que se oye en las grabaciones.

Arimany introdujo otra conjetura posible: que el copiloto sufriera la crisis descrita como reacción en cortocircuito y, aprovechó que el comandante iba al lavabo para actuar irreflexivamente. "Supongamos que antes de subir al avión recibió en su móvil un mensaje de su pareja, en el que le decía algo así: 'amo a otra persona, me he enamorado. Te dejo'". "Esa noticia, de improviso, puede causar un cortocircuito --prosiguió el forense--. En ese estado, se actúa rápidamente, sin valorar las consecuencias. Se quiere desaparecer del mapa, del mundo. Huir. Si fue así, no se le ocurrió pensar en el pasaje". Arimany cree que el caos mental en que debieron transcurrir las últimas horas de Andreas Lubitz pudo deberse a una psicosis tóxica causada por el consumo de drogas. "Da lugar a un cuadro similar al brote psicótico, con alucinaciones. Casi siempre se debe a la cocaína", sostuvo Arimany. "En los momentos del brote, quien lo sufre no sabe lo que hace --explicó--. Los pilotos pasan esporádicos controles sanguíneos para descartar consumo de drogas, pero no en todos los vuelos. Urge un estudio toxicológico".