Todo empezó hace seis siglos, en 1483, cuando Marina de Villaseca fundó una comunidad de nueve monjas en unas casas que poseía en la calle Valderrama. Seis años después, en 1489, por razones de espacio, decidió donar esas casas al convento de Santa Cruz y comprar otras en Santa Marina «para que sean casa perpetua de religión» y a las que se trasladó, según recoge la demanda. Tras su muerte, el patronato del convento pasó a su sobrino nieto, Gómez Suárez de Figueroa, que fue el primer señor de Villaseca y que «fundó capellanía en la capilla mayor». Desde entonces ha habido distintos hitos en esta historia, en la que ha sido clave la laguna que hubo desde que en 1872 se dieron por perdidos en un incendio todos los documentos del archivo de la casa de Villaseca hasta que en el 2010 abrió al público el archivo de Viana, donde aparecieron. La demanda insiste, con un minucioso recorrido histórico, en que «la presencia de la Casa Villaseca ha sido constante en el convento».

El acuerdo

Uno de esos hitos fue en la etapa del segundo señor de Villaseca, Luis Gómez de Figueroa, ya que en 1585 las monjas «ratificaron el patronato de la capilla mayor y el convento» en su favor, «sus descendientes y sucesores». Aquello «se instrumentó en escritura pública otorgada el 13 de octubre de 1585», en la que «le reconocen y ratifican como patrono de dicho convento, casa e iglesia y le confirman la posesión en propiedad para siempre jamás de la capilla mayor y entierro, para él y para sus descendientes y poseedores de su casa y mayorazgo». Entre las condiciones de aquel contrato destaca la sexta, que mantiene el patronato «en caso de quemarse el convento o mudarse las monjas a otra parte». Después, los «consentimientos mutuos» ratificaron la «posesión en propiedad para él y los sucesores en su casa perpetuamente para siempre jamás».

Ventas

Otros dos hitos fueron cuando las monjas, tras ser acogidas en la casa familiar de los Cabrera Villaseca, y conociendo «de la indefensión» en que se hallaban sin su archivo, «la aprovecharon en su beneficio y el 8 de octubre de 1942 vendieron una parcela de 1.737 metros que se segregó del convento»; y cuando, en 1977, el décimo segundo marqués de Villaseca recibió aviso de que las clarisas «habían puesto en venta el Manifestador», templete que encargó en 1679 el cuarto señor de Villaseca al escultor Pedro Roldán, pero «hicieron caso omiso y lo vendieron».

El 25 de mayo del 2016, después de que este periódico adelantara que las clarisas abandonaban el convento y lo cerraban, el actual marqués envió a la madre superiora un requerimiento notarial exigiéndole que cumpliera con los fines fundacionales y reintegrase «al patrono en la posesión» del mismo. La respuesta obtenida el 30 de mayo fue que la congregación tiene «documentación registral» de que «la nuda propiedad» del convento «es de las monjas clarisas», lo que, a juicio de la demanda, «choca frontalmente con la supuesta posesión a título de dueño por tiempo inmemorial» que permitió «la inscripción del pleno dominio del convento a favor de la congregación». Después, tras un segundo requerimiento del marqués, el 13 de junio, la abadesa comisaria pontificia, María Luisa Sánchez, dijo que el patronato «no ha manifestado la vigencia de su existencia jurídica en siglos». En cambio, no hubo respuesta al aviso del 19 de octubre en el que el marqués dijo que tenía conocimiento de la venta del convento para hotel, carta que también envió al obispo y al Papa. Según la demanda, el obispo informó al marqués de que en agosto las monjas le pidieron «permiso escrito para enajenar» el convento y que en septiembre les contestó «denegando» ese permiso y planteando otras alternativas «a la venta» para «respetar la voluntad de la donante». Tras ello, añade, las monjas han solicitado autorización «al Papa».

Fuentes cercanas a la familia del marqués aseguran que la demanda no se mueve por un interés particular sino que tiene como objetivo evitar que el patrimonio cultural del convento -que, según aseguran, no está inventariado por la Junta- desaparezca y que se pierdan tradiciones como la devoción a San Pancracio.