En los últimos años «se ha ido abriendo mucho» el perfil de las personas que sufren alguna dependencia en Córdoba, según explica María Victoria de la Riva, que es psicóloga clínica de la Unidad de Drogas y Adicciones del Instituto Provincial de Bienestar Social. En este sentido, recuerda que «antes teníamos la imagen del drogodependiente», pero en estos momentos «la población a la que se atiende es bastante más variada, más normalizada y con una horquilla de edad muchísimo más grande». Entre las causas de este cambio, apunta que «nos hemos acercado mucho a la ciudadanía desde que estamos en los centros de salud».

Esta profesional manifiesta que ahora son más los jóvenes que piden ayuda para dejar sus adicciones, aunque también aclara que «tener un programa específico hace que haya una mayor demanda». El trabajo contempla al consumidor y a la familia, y la actuación se dirige «tanto a personas con consumos ocasionales, experimentales o habituales de sustancias, como a aquellas que están abusando o haciendo un mal uso de redes sociales o del juego on line», explica.

Así, «la gran mayoría no tiene desarrollada una adicción como tal, pero sí tiene un consumo de riesgo», señala De la Riva. Los datos indican que 65 jóvenes nuevos participaron el año pasado en el programa de prevención de esta unidad y lo hicieron, «mayoritariamente, por consumo de cannabis, juego e Internet de manera problemática».

De otro lado, el hospital universitario Reina Sofía fue en el 2017 el centro andaluz que más urgencias de menores atendió por ingesta de estupefacientes, con una cifra similar en chicas y chicos. Acerca de esta situación, María Victoria de la Riva comenta que «la forma de consumo del hombre y la mujer se está igualando cada vez más». No obstante, apunta que entre las féminas de mayor edad «sigue habiendo un mayor secretismo o una mayor dificultad a la hora de acceder a los dispositivos» de ayuda y precisa que este problema «muchas veces está más asociado a otros trastornos emocionales».

De este modo, subraya que en el caso de las mujeres víctimas de violencia de género «se están realizando coordinaciones en las intervenciones con el Instituto Andaluz de la Mujer» y puntualiza que «tener una dependencia dificulta al iniciar cualquier proceso». Sobre las circunstancias de estas pacientes, abunda en que, «muchas veces, la búsqueda del consumo de una sustancia es para anestesiarte de una realidad que te produce mucho daño».

Por su parte, el coordinador de la Unidad de Drogas y Adicciones del IPBS, Luciano Cobos, informa de que los diferentes programas registraron 7.086 usuarios el año pasado. Además de esto, destaca precisamente el «impulso especial» que se ha dado en los últimos doce meses a la atención a las mujeres que padecen una adicción y son víctimas de violencia de género, en coordinación con el IAM; a las personas sin hogar que sufren un dependencia, en cooperación con la Red Co-habita; a aquellas que padecen un trastorno mental y tienen también una dependencia a sustancias, con los equipos de salud comunitaria, y al desarrollo del programa de prevención selectiva e indicada dirigido a jóvenes y familias.