El mundo del debate universitario es un mundo lleno de rivalidad sana. Basta una charla con los chavales para darse cuenta de que, aunque todos quieren ganar, lo que más les gusta es estar ahí, conocer gente, intercambiar ideas y aprender. Son jóvenes hipermotivados, acostumbrados a moverse por el mundo y a hablar con la gente que les rodea sin tapujos ni timidez, a argumentar a favor y en contra de mil y una tesis y a meterse en el papel de la postura a la que representan hasta ver lo positivo de cuestiones que nunca habrían imaginado. Los integrantes de los 150 equipos que compiten en este mundial empezaron a llegar ayer a primera hora de la mañana. El hotel Córdoba Center y el AC Córdoba, donde se alojan, se convirtieron en un hervidero de oradores que, pese al calor que les recibió al llegar, se mostraban encantados de ver caras conocidas de otros mundiales o de tener el privilegio por primera vez de vivir en primera persona un torneo en el que el premio es el honor de haber ganado. Nada más. Lo cual hace que competir tenga más mérito.

Rodrigo Barreiro (Orense) y Juan Rivera Crespo (Madrid) llegaron con las pilas puestas. «Venimos del pre Mundial (campeonato preparatorio celebrado en Madrid), con ganas de seguir debatiendo», confesaban. «Esto son vacaciones semiprofesionales, viajas, conoces una ciudad, compañeros nuevos y además aprendes cosas que te pueden venir muy bien en el futuro», afirman. En su opinión, aunque hay nombres que suenen como favoritos por haber ganado en otros mundiales, «todo va a depender mucho de la suerte porque el formato british parlament, en el que no cabe mucha preparación, hace que puedas tener un mal día o que se te abra el cielo y lo hagas perfecto».

Recién llegado de México, Braulio Fausto, de la Universidad Tecnológica de Monterrey, aseguraba haber tenido una muy buena impresión de Córdoba. «Muy limpia, muy buenas infraestructuras y gente muy amable». Después de un Erasmus en Polonia y de sesiones de preparación por videoconferencia, estaba ansioso por encontrarse con sus compañeros para debatir cara a cara.

Tomás Guerrero y José Gerardo, también mexicanos, no creen que haya favoritos, pero tienen clara una cosa. No quieren que vuelva a ganar la Universidad de Rosario, campeona de las dos últimas ediciones. Llevan desde diciembre practicando en torneos. «En México, el mundo del debate ha empezado a crecer desde hace dos años y cada vez tiene mejor nivel», afirman. En cuanto a Córdoba, coinciden en que su primera impresión ha sido muy buena. «Lo mejor, el solomillo y el tinto de verano», comenta José Gerardo. Algo más descolocados están André y Ernest, dos estudiantes suecos para quienes el calor juega en contra. «Mi temperatura ideal son 15 grados así que...», dice Ernest. Su lengua materna, a diferencia del resto, es el alemán y el sueco. «El español es nuestra tercera lengua, es nuestro primer mundial en español, pero intentaremos hacerlo lo mejor posible».

Mientras los voluntarios se registran para acceder a sus habitaciones, Manuel Bermúdez y Elena Casares ultiman detalles a toda prisa. «Los jueces. Tenemos 112, pero en cada debate debe haber tres jueces, uno de ellos experto». Esfuerzo extra de coordinación. «Todo está bajo control».