Hay que remontarse más de mil años para encontrar una jornada en la que los cordobeses y los visitantes se mostraran y sintieran más orgullosos de Medina Azahara. Y es que ayer, si ya había pasado la alegría pura y dura del domingo, de abrazos y hasta de algunas lágrimas de emoción, como la que se le vio a Mariam Ordóñez cuando la 42ª Convención de la Unesco aprobaba el expediente de Medina Azahara, era tiempo de pensar en lo mucho logrado y de disfrutar de ello más íntimamente... con sereno orgullo. Precisamente, esa era la palabra que más escuchaba en Medina Azahara, «orgullo», tanto por los trabajadores, en cualquiera de sus puestos, como por los visitantes, particularmente los cordobeses.

«Soy de Córdoba, como todos mis antepasados hasta que yo conozco», era ayer la presentación de Antonio Márquez, un paisano al que Medina Azahara no le es desconocida. La visita con frecuencia y hace poco hizo de cicerone de su nieta en el Museo y Centro de Interpretación. Pero ayer, confesaba que la visita en solitario que hacía tenía un carácter íntimo... podría añadirse que casi religioso, si es que se puede considerar sentir a Córdoba como una fe.

Buena afluencia

El caso es que no fue el único cordobés que aprovechó la jornada de puertas abiertas de Medina Azahara, con la que se celebraba la declaración de Patrimonio de la Humanidad, en un clima contenido de satisfacción, pero que tampoco se ocultaba. Por ejemplo, con la foto que la familia Muñoz se hizo a la salida del Centro de Interpretación ante el gigantesco logo que ha promocionado la candidatura ante la Unesco. Tres generaciones, con cuatro nietos incluidos, estaban felices haciéndose fotos con el móvil. En las primeras dos horas de la jornada, el Centro de Interpretación había recibido 150 visitantes, comentaban en la entrada las también radiantes Máriam Ordóñez y Ana Gordejuela, en la entrada al recinto museístico. «Estamos disfrutando del momento, y muchos cordobeses vienen... orgullosos, como sintiendo el reconocimeinto de la Unesco algo propio», afirmaba Ana.

Y de hecho, hubiera ido muchos más si no fuera porque se trataba de un día laborable y porque algunos no habían leído en Diario CÓRDOBA los días anteriores que se iba a celebrar esta jornada de puertas abiertas. En el pecado llevan la penitencia, valga la broma.

Lo que está claro es que muchos querían pasar un poquito a la pequeña-gran historia de Medina Azahara y hacerla suya visitándola en la primera jornada del recinto convertido en Patrimonio de la Humanidad. Por cierto, ese honor le correspondió a una familia de turistas polacos, que no quisieron dar su nombre, y que subieron al autobús que llevaba al yacimiento arqueológico desde el Centro de Interpretación a las 12.10 horas del pasado domingo, minutos después de que en Baréin la presidenta del Comité, Shaikha Haya Rashed Al-Khalifa (¡qué casualidad, de apellido se llama «El Califa»!), anunciara la aprobación del expediente de Medina Azahara por la Unesco.

Más oportunidades

Por supuesto, el lujo de visitar Medina Azahara no se ha tomado (ni debe) convertirse en una carrera contrarreloj, por que quedan todas las oportunidades del mundo para visitar el Centro de Interpretación y el yacimiento, sin ir más lejos, este verano, con el horario de 9 a 15.30 horas y, por la noche, la visitas nocturnas libres, guiadas o teatralizadas todos los días salvo los lunes (consultar http://www.andalucia.org/es/turismo-cultural/visitas/cordoba/museos/conjunto-arqueologico-medina-azahara/).

Pero más aún, sepan que habrá muchos que disfruten de la Ciudad Brillante. Se espera que las visitas, que en el 2017 fueron 186.036, se incrementen en un 30% en el primer año solo por el impacto y la publicidad que otorga una declaración de Patrimonio de la Humanidad para monumentos de estas características.

Y otro aspecto del que se hablaba ayer de cara al futuro, que no todo es orgullo: los ingresos y los planes de la Administración para impulsar Medina Azahara. «¿Que si se hizo caja el domingo con todo el mundo esperando la declaración de la Unesco?... Pues sí», decía con una sonrisa de oreja a oreja el camarero de la cafetería del Museo Carlos Pérez. Sentimiento de orgullo aparte.