Es lunes. Son las 9 de la mañana y en el colegio de La Inmaculada se preparan para recibir a los agentes de la Policía Nacional que hoy enseñarán a los niños a identificar el acoso escolar y el cyberbullying y les darán consejos para prevenirlo y combatirlo. Este centro es uno de los casi 250 que forman parte en toda la provincia del Plan Director de Convivencia y Seguridad Escolar, por el que tienen acceso a charlas sobre cuestiones como la seguridad vial, la violencia de género o el consumo de drogas. En esta ocasión, los asistentes son niños de entre 10 y 11 años a los que el agente Alejandro Palacios, ayudado de un powerpoint y un vídeo, les hace ponerse en el lugar de un niño víctima de acoso escolar. «El acosador quiere ser el líder de la clase, pero como normalmente no lo es por los estudios, busca el prestigio social acosando», explica, «lo hace con insultos, empujones, patadas, puñetazos, collejas o creando falsos rumores a los que él llama bromas». Los menores, atentos a las explicaciones, tienen ante sus ojos una viñeta de cómic donde se representa al niño malote sonriente y satisfecho junto a la víctima de acoso, agachado, triste y con la cara tapada. A su alrededor, otros niños asisten como público a la agresión. «¿Qué hacer cuando se presenta tal situación?», les pregunta el agente Palacios. Y les responde: «En estos casos, el resto de niños puede callarse por miedo, por vergüenza o por no señalarse como el chivato, pero en ese caso serán los cómplices del agresor». Por eso, les aconseja, «aquí no hay chivatos, eso no puede ser motivo para callarnos, hay que denunciar lo ocurrido al profesor y a los padres porque, quien piense que callándose se librará, se dará cuenta de que un día le puede pasar a él y estará solo». E insiste: «No podemos ser cómplices del acosador o seremos tan responsables como ellos de lo que le ocurra a la víctima».

A continuación, se sitúa en la cabeza del pequeño agresor, que a veces actúa de forma casi inconsciente, guiado más por el afán de notoriedad que por una voluntad decidida de hacer el mal y les dice: «Antes de empezar con las bromas pesadas, hay que contar hasta diez, respirar y quedarse quieto porque esa broma puede acabar en algo mucho peor». Un niño levanta la mano y pregunta: «¿Insultar es acoso?». A lo que el agente contesta rotundo que sí. «Insultar es acoso, ya sea en persona o por el móvil, los grupos de wasap están para hablar de las tareas, para organizar el cumple de algún niño, pero nunca para insultar o amenazar a un compañero ni para colgar fotos o vídeos, eso también es acoso». Luego les advierte de bromas que más que bromas son delitos, como «suplantar la personalidad de un compañero para mandar un mensaje haciéndose pasar por otra persona, o difundir vídeos de otros». Tras dos horas de charla, los niños parecen haber aprendido la lección. Según Sofía Berenguer, «hay que avisar al profesor si ves que hacen daño a otro niño o lo insultan». Dylan Samuel Bea coincide: «He aprendido las 3 pes (padres, profes y policías) y que no hay que quedarse callado mirando». Eugenia Fuentes se muestra rotunda: «Si le hacen algo a un compañero, defenderlo y los grupos del wasap, solo para lo bueno». Misión cumplida.