Jóvenes sancionados en el instituto por mal comportamiento, desmotivados y sin ganas de estudiar... carne de cañón para que abandonen los estudios si no se pone remedio. Por ello, desde los primeros meses de este curso escolar se ha puesto en marcha en la zona de Moreras una iniciativa pionera, el proyecto Aula de expulsados, de Ayumen (Asociación de Ayuda al Menor de Córdoba), en convenio con el Ayuntamiento de Córdoba, que ofrece un sitio donde los alumnos pueden acudir para no perder el ritmo de las clases y reflexionar sobre las causas de su comportamiento, ayudados por educadores y psicólogos. «Detectaron desde Servicios Sociales de Moreras que había una necesidad de atenderles durante el horario lectivo, ya que suele tratarse de menores en riesgo de exclusión social para los que estar en la calle o en casa, con referentes que a veces no son los mejores, puede suponer un riesgo mayor porque les desvincula aún más del sistema», explica Rocío Cosano, coordinadora del área de educación de la asociación.

El programa, que han denominado No pierdas el hilo, incorpórate a clase, está teniendo «una buena acogida» entre los centros de secundaria de la zona, en concreto los institutos Trassierra, López Neyra y Tablero, cuenta Rosa López, educadora social y maestra, que explica que en principio solo está previsto hasta el 10 de febrero, «pero vamos a intentar que se amplíe al curso entero».

Se trabajan los motivos de la expulsión, para que no vuelvan a repetirse, y el desarrollo de habilidades sociales. «La mayoría de los que vienen tienen de 13 a 16 años, que es cuando acaba la edad de la educación obligatoria, luego el que se queda es porque quiere seguir estudiando. Los dos primeros años de instituto suelen ser más conflictivos, porque tienen que asumir nuevas normas, pasan a tener más profesores y los grupos son más grandes», explica Rosa, responsable del aula de expulsados, para quien también influye la coincidencia con la pubertad: «La adolescencia es una época complicada, en la que la autoestima y la confianza no es precisamente fuerte y hay chicos que no saben gestionarlo de otra manera que llamando la atención de una forma negativa». Precisamente por eso, el objetivo del proyecto, además de no perder el ritmo lectivo, es trabajar sobre su conducta y detectar los problemas que la provocan.

La acumulación de partes sancionadores leves es la causa más habitual por la que los alumnos llegan a Ayumen. La expulsión por sí sola no es una herramienta eficaz: «Si se queda en una medida simplemente punitiva no sirve de nada».

Ninguno quiere estar expulsado porque supone estar fuera del sistema. Sin embargo, apenas hay centros que cuenten con aulas o programas específicos para los alumnos sancionados, por lo que recurren a esta alternativa: «Es una demanda de muchos institutos, ellos también ven que la expulsión del centro no es una buena solución, pero muchos no tienen los recursos para evitarlo, y el reglamento es el que es», añade Rocío Cosano. «Lo más eficaz es que la consecuencia esté relacionada con lo que han hecho, o se pueda relacionar o vincular de alguna manera, y que se pueda aprender de esa consecuencia. No es tanto la conducta, como faltar el respeto a un profesor, si no qué hay detrás de esa falta de respeto: qué te ha hecho saltar así, qué podías haber hecho de otra manera...».

Los alumnos, por su parte, reciben la iniciativa positivamente y son proactivos en el desarrollo de las actividades. «Las primeras horas, cuando estudiamos, están bien, luego almorzamos y seguimos el trabajo, por las tardes se trabaja también con las familias para que colaboren en que no vuelvan a ser expulsados sus hijos», explican.Sin embargo, aunque aquí se sienten a gusto, la mayoría prefiere estar en el instituto: «Al final ninguno quiere estar expulsado porque supone estar fuera del sistema. Y solo, porque sus amigos siguen yendo a clase», explica Rocío Cosano.