Más de 70 personas trabajan desde hace semanas para que todo esté a punto hoy. Son las manos invisibles de los voluntarios encargados de controlar los cronómetros en cada debate, de ofrecer el mapa de Córdoba a quienes llegan de fuera, de conducirlos hasta el tren que les llevará cada día a Rabanales y de trabajar silenciosa y coordinadamente para que el Mundial de Debate Universitario sea un éxito.

Esas 70 personas saben bien de qué va esta historia. La gran mayoría son miembros del Aula de Debate, oradores que ya no compiten o alumnos de los cursos de debate que se imparten en seis institutos de la ciudad para formar a las generaciones futuras en el arte de la oratoria. «Desde ayer, estamos a piñón mañana y tarde con los equipos, controlando detalles como las comidas (hay vegetarianos, intolerantes al gluten, a la lactosa...) o que tengan sus credenciales», explica Manuel Arévalo, licenciado en Magisterio y exorador. El Mundial también depende de ellos.