¿Existe un perfil de maltratador o de víctima de violencia de género? La respuesta es no. Según Aurora Genovés, el estudio realizado revela que hay víctimas y agresores de todas las edades y pertenecientes a todos las clases y estatus social, por lo que no es posible predeterminar o establecer un retrato robot del tipo de hombre que puede asesinar a su pareja ni del tipo de mujer que puede llegar a perecer a manos de su marido o novio. Cabe recordar que el parentesco es un agravante que se da en la gran mayoría de los casos (73%).

La amenaza de muerte

En lo que sí avanza este informe es en el diseño de lo que podría ser un posible patrón de conducta de los asesinos por la repetición de una serie de circunstancias. En primer lugar, la existencia de violencia previa en un número importante de sentencias estudiadas, con presencia de amenazas de muerte, hayan sido o no denunciadas por la víctima. (Un 10% de las mujeres asesinadas habían denunciado y contaban con una orden de protección y en un 10,7% de los casos había violencia de género previa sin orden. Además, en un 26% de las sentencias se constata la existencia de violencia de género no denunciada por la mujer). Entre las conclusiones, figura que «las amenazas de muerte son un factor de riesgo y que en esas circunstancias la denuncia es imprescindible ya que el peligro no solo está presente cuando se produce el altercado sino que se mantiene durante un tiempo después». En la mayoría de los casos, se da un hecho que «actúa como detonante» tras el cual «el agresor deja pasar un tiempo y actúa con normalidad». Es entonces cuando la víctima baja la guardia y deja de estar alerta, no se protege y continúa con su rutina habitual, conviviendo con el que después será su asesino. Sin previo aviso, el agresor, pasado cierto tiempo y sin que haya un nuevo altercado o discusión, «ataca mortalmente a la mujer, por sorpresa, para que esta no pueda defenderse ni evitar el ataque», usando un arma blanca en el 51% de las ocasiones y un arma de fuego en el 17%.

Una vez muerta la mujer, perpetrado el crimen, lo habitual es que el agresor no se esconda, ni huya, decide confesar el crimen, se presenta ante la policía o permanece en el lugar de los hechos y sin arrepentirse de lo que ha hecho, justifica sus actos. En el 65% de los casos en se aplica una circunstancia atenuante, se aplica el «atenuante por confesión».

Frente a este patrón, en 42 de los 150 casos analizados el agresor se suicidó después de cometer el crimen.