Belén Zurbano, docente e investigadora de 30 años, siempre supo que quería ser madre, «era una experiencia para mí y no quería renunciar a vivirla». A los 28 años se planteó la idea de ser madre, por lo que, junto a su pareja, «lo maduramos y estudiamos nuestra situación profesional y económica y nos decidimos». La posibilidad de que no se diera en un futuro una situación igual de propicia, la estabilidad laboral de su pareja y su situación profesional fueron los factores que desencadenaron esta decisión.

Pero, a pesar de la ilusión con la que la pareja dio este importante paseo, la maternidad ha afectado al terreno profesional de Belén, «la sociedad no está preparada para la crianza, ni para los cuidados de personas dependientes en general», ya que «los niños son para las madres, al fin y al cabo». Tras dar a luz, la compaginación de la vida personal y laboral de esta joven docente no ha resultado fácil, «no tengo tiempo apenas para nada y si a las precarias condiciones de los jóvenes en mi sector profesional, la enseñanza universitaria, le sumas que no puedes hacer estancias internacionales o moverte a congresos, tus oportunidades se van reduciendo». El tiempo se vuelve muy valioso, y las ayudas, «inexistentes», agradeciendo el apoyo de una «red informal maravillosa que hace que pueda sacar ratos para mí, como las abuelas, la tita Alba o mis amigas», ya que «si es por los permisos, la flexibilidad laboral o de horarios, la cobertura económica de la seguridad social o las guarderías públicas, resultaría imposible».

Licenciada en Periodismo, esta madre y trabajadora dio su primera clase en la Universidad con una sustitución. Consiguió una beca para estudiar el doctorado ese mismo año, defendiendo en 2015, ya embarazada de siete meses, una tesis sobre «cómo los medios de comunicación tratan las violencias contra las mujeres». Durante esos años dio clases en la Facultad de Comunicación de Sevilla, realizó tres estancias (una en la Complutense, otra en la Universidad del País Vasco y otra en la Moulay Ismail, en Marruecos), participó en más de una veintena de congresos y jornadas científicas y fue conferenciante en encuentros nacionales e internacionales. Cuando terminó la beca y dio a luz, su ritmo de trabajo se redujo considerablemente. «Cuidar no es fácil, se requiere todo el tiempo del mundo y un poco más, y si le sumas la precariedad de los jóvenes investigadores, la ecuación es clara: hacerse un hueco es muy difícil». Tras la financiación invertida en los becarios durante su estancia, al finalizar esta «no se nos facilitan programas de acceso a la Universidad», lo que junto al «cierre de puertas en la pública hace que no puedas continuar tu carrera académica» al mismo nivel que las personas que no tienen cargas familiares. «Hacer carrera académica es complicado y costoso. Por todo se paga y se requiere una disponibilidad horaria y geográfica difícil de asumir cuanto tienes un hijo a tu cargo». Ante esta situación, «necesitamos permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles, guarderías gratuitas, horarios adaptados...».

En la actualidad, Belén se está decantando por la consultoría independiente, pues le permite «más flexibilidad», una organización «más autónoma» del tiempo y un «mejor acceso» laboral. «La sociedad no está preparada para que las madres tengamos carrera», calificando de «insuficiente» la cobertura política y social. «Si puedo continuar con mis clases y con mi trabajo de consultora es, fundamentalmente, gracias a la corresponsabilidad en el cuidado que comparto con mi pareja y a todo el grupo de personas que nos rodea».