No son novedad, pero están de moda. Una mayor apuesta por la agricultura sostenible y un intento de abaratar costes al eliminar eslabones de la cadena de distribución han llevado a los consumidores cordobeses a autorganizarse en redes. Básicamente se trata de que un grupo de personas contactan con uno o varios agricultores locales a quienes les compran directamente sus productos. En cualquier supermercado, una naranja de Palma del Río puede viajar de cámara a cámara frigorífica durante días y tardar incluso semanas en llegar a las manos del consumidor. "La naranja que a primera hora corta del árbol el agricultor está a media mañana en nuestra tienda", garantiza Miguel Navazo, presidente de Almocafre. Esta cooperativa fue la primera en hacer esta pequeña revolución en el mundo alimentario en la Córdoba de los 90. Hoy, continúan en la brecha. Un ejemplo gráfico. Los puerros, las lechugas y las coles que vende en su tienda las cultiva Alfonso, en una huerta al lado del Reina Sofía. "Hace 18 años empezamos como asociación, después nos convertirmos en red de consumidores y por último, en cooperativa", recuerda Miguel Navazo, su presidente. Actualmente, alrededor de Almocafre hay 340 socios, aunque 100% activos, 150. "Tenemos tres patas: el respeto al medio ambiente, el comercio justo y el apoyo a la economía local o artesanal --explica Miguel--. Otra de nuestras preocupaciones es la salud, pero no es la principal". Y es que, efectivamente, la aparición de alergias asociadas al consumo de alimentos es un problema al que también quiere hacer frente este tipo de consumo responsable. "Está claro que los alimentos que a veces consumimos nos están envenenando". La relación de Almocafre con sus productores es exigente: "Deben ser de calidad y ecológicos". Como contrapartida, la cooperativa asegura al agricultor "el precio justo" de la mercancía a principio de temporada.

Con un sustrato más ideológico nació hace un año el Mercao social de Córdoba (sic). Su escaparate a la calle es la Tejedora, algo más que una tienda ubicada en Gutiérrez de los Ríos, un punto de encuentro entre socios (alrededor de 160), consumidores y productores. El objetivo de este colectivo es que los productos que conforman la cesta diaria sean todos de economía social. "No podemos estar quejándonos todo el día. El sistema nos empobrece. Cambiémoslo", reta Luis Begara, una de los socios. El presidente del colectivo, José Manuel Rincón, explica que en esta red de consumidores la apuesta es "más social que ecológica" y recuerda que huyen de los precios caros. "Poco a poco queremos ir ampliando nuestros productos, para que la cesta básica de la compra se pueda hacer aquí", señala. Entre sus productores están los trabajadores del SAT de la finca Somonte y una empresa social de Marinaleda que hace productos de limpieza.

En una línea muy similar nació en el 2010 la Casa Azul, un proyecto ligado a la agroecología y en el que también se ha conformado una red de consumidores sensibilizados con el consumo responsable. Cada semana pagan 10 euros y tienen derecho a los productos que la huerta les dé esa semana.