Celia es madre de tres hijos, uno de ellos, el más pequeño, diagnosticado con un trastorno del espectro autista. Los dos mayores, un niño y una niña de 16 y 14 años, crecieron aparentemente sin ningún problema aunque, según relata, eran muy tímidos y con dificultad para las relaciones sociales. «He dado muchos tumbos hasta llegar aquí», explica. «Hace unos años empecé a preocuparme por el mayor por su falta de habilidades sociales y su baja autoestima que le llevaba a tener periodos depresivos importantes», recuerda. Después de acudir a Salud Mental, se enteró en la Asociación de Autismo, donde atienden a su hijo menor, de que había un programa para jóvenes en Asaenec. «Desde que viene aquí ha dado un giro de 180 grados -comenta-. Ha sufrido mucho porque ha tenido periodos de crisis en los que todo eran pensamientos catastrofistas, se aislaba, tenía problemas de insomnio y llegó a pensar en quitarse la vida». Su madre, afectada por el sufrimiento de su hijo, tuvo que volver a andar el camino con su hija. «La diferencia es que él se daba cuenta de lo que le pasaba y un día no pudo más y me pidió ayuda desesperado y la niña se metió en sí misma hasta llegar a vivir prácticamente en su cuarto, sin querer salir», continúa sincera. La alerta saltó cuando ella se dio cuenta de que se autolesionaba y decidió tomar cartas en el asunto. «Mi hijo vino voluntariamente buscando apoyo, a ella la traje yo sin estar muy convencida, reprimía sus sentimientos, pero aquí tomó conciencia de lo que le pasaba y se le ve la alegría en la cara».

Escuchar hablar así a una madre resulta doloroso, aunque se nota en sus palabras el alivio que le ha supuesto encontrar el apoyo en Asaenec. «Cuando te enfrentas a algo así, necesitas saber adónde acudir y muchas veces nos encontramos perdidos», señala, de ahí su voluntad de ayudar a otros con su testimonio. «El día a día de mis hijos ha cambiado mucho. Ahora se relacionan, están mucho más comunicativos y empiezan a tener amigos, pero no se les puede dejar solos porque pueden tener recaídas y cuando recaen lo pasan muy mal». Tamara Jiménez, la psicóloga que les atiende, señala que es importante ayudarles a que tengan herramientas para relacionarse porque, si no, pueden ser víctimas de acoso. «Nuestra misión es empoderarlos y que aprendan a gestionar sus emociones».