Se llamaba Auxiliadora Giménez y, como médica de urgencias, dededicó su vida a auxiliar a sus pacientes, a tenderles la mano hacia la vida. Madre de dos niñas de 3 y 5 años, Lucía y María, falleció con solo 35 años tras sufrir una crisis asmática aguda una noche de mayo del 2015 que apagó su luz tras dos días en coma. Una luz que se encendió de nuevo en ¿cinco, seis, siete personas?. «Auxi no escribió su testimonio de voluntad anticipada, pero lo habíamos hablado, hacía años que participábamos en eventos relacionados con los trasplantes y sabíamos que su deseo era donar». Quien habla es su hermano Juan José, que al igual que Auxiliadora y su marido es médico de Urgencias. Lo acompaña su padre, Antonio, director hasta hace muy poco del colegio de Las Francesas. «La decisión fue unánime, nadie dijo nada en contra».

Las razones por las que dijeron que sí son múltiples. «Por solidaridad y por reciprocidad, porque no hay nada más bueno que dar parte de ti para dar vida y porque nadie sabe lo que te depara el futuro y quién sabe si un día te puede pasar a ti y necesites que alguien diga sí», explica Juan José, que añade que «la muerte es menos muerte cuando se emplea para dar vida». Lo dice alguien que a diario trata dolencias que se agravan a la espera de un trasplante y lo confirma Antonio: «Basta con ir a las marchas por la donación para ver que ha sido posible hacer feliz a alguien que lo estaba pasando mal». En su opinión, «a la larga, la donación sirve también para reconfortar a la familia». No se consideran especialmente fuertes por haber tomado esta decisión. «Lo realmente duro es aceptar que un ser querido ha muerto, no la donación», señala Antonio, consciente del testimonio de eterno agradecimiento que han visto muchas veces en la cara de los receptores de órganos, de los que no saben ni pueden saber nada. «Es mejor así, te quedas con lo bueno, con la sensación positiva y nada más», afirma Juan José sincero, «con la serenidad que da confiar en que hay alguien que ahora va a estar mejor».

Las hijas de Auxiliadora aún son muy pequeñas para comprender el hecho de la donación, pero su abuelo cree que cuando llegue el momento se lo explicarán «y será un orgullo para ellas saber que su madre pudo regalar vida a otros». Biólogo y profesor durante muchos años, está convencido de la importancia de educar en valores como la generosidad o la solidaridad. «Esos valores te llevan a ser buena persona y eso al final es más importante que los conocimientos».

El lunes, 9 de enero, Auxi habría cumplido 36 años, motivo por el cual la familia entera se reunió y Antonio escribió un poema a su hija: «Tu cuerpo se marchó donando vida, pero tú te quedaste en nuestra esencia, enraizada tu huella en lo profundo, como solo lo bello nos penetra. Gracias, Auxi, mil gracias por dejarnos lo mejor de lo tuyo: ¡tu alma buena!».