Gloria siempre fue una niña grande, alta, deportista, de complexión fuerte, que al llegar a la adolescencia empezó a sufrir trastornos alimenticios. "Mi problema era la ingesta incontrolada de comida, llevo años en tratamiento por bulimia nerviosa y vomitaba constantemente". En los años noventa, en un intento desesperado por perder peso, se enganchó a un tratamiento que puso de moda "un tal doctor Nogueras" compuesto "a base de anfetaminas y con efectos diuréticos". En año y medio, "con el metabolismo totalmente destrozado", Gloria ganó 90 kilos, llegando a pesar 190. Gracias a su genética y a su actividad física previa, nunca tuvo problemas de hipertensión o diabetes, pero su movilidad quedó gravemente afectada hasta pasar un año sin salir de casa. Animada por su marido a encontrar una solución, Gloria pidió ayuda y al final accedió a someterse a una operación de reducción de estómago. "Aquella intervención no se hizo bien y tardé cinco años en volver a los cien kilos y eso currándomelo mucho", recuerda, "pero al quedarme embarazada, volví a coger otros 40 kilos".

Actualmente, Gloria espera su segundo hijo y solo ha ganado un kilo. "Esto es fruto del esfuerzo, al contrario de lo que piensa la gente, la operación de reducción de estómago no te quita el apetito, eso no cambia aunque ya no te quepa la misma cantidad de comida que antes, así que si no reduces la ingesta de alimentos, tu estómago vuelve a crecer y la intervención no sirve de nada". A dos meses de dar a luz, Gloria está pensando en operarse otra vez. "Lo haré cuando pase un año y medio o así, primero quiero dar el pecho a mi hijo una buena temporada para reducir las posibilidades de que sea obeso, la gente no lo sabe, pero la lactancia materna disminuye notablemente el riesgo de obesidad infantil".