Antonio Fernández Fosforito (Puente Genil 1932) desempolvó ayer sus recuerdos ante más de un centenar de personas que acudieron, citados por Diario CORDOBA con motivo de los Foros 75 aniversario, para rendirle homenaje en un año en el que se cumplen 60 desde que ganara el primer Concurso Nacional del Cante Jondo y 50 del Festival de Cante Grande Fosforito de Puente Genil. Al hilo de las preguntas planteadas por el musicólogo Faustino Núñez y el crítico de flamenco Francisco del Cid, el cantaor recordó cómo siendo un crío, cuando aún se le conocía como El niño del Genil, empezó a recorrer tablaos y que fue después de hacer la Mili , "cargado de bagaje", cuando se enfrentó al concurso en Córdoba. Le tocó vivir la Guerra Civil en una familia muy numerosa y eso le llevó a buscarse la vida haciendo lo que más le gustaba, cantar flamenco, aunque una hernia epigástrica le afectó a la garganta y a punto estuvo de derivar su arte hacia la guitarra. Curtido en mil y un escenarios de la Posguerra, junto a grandes figuras de la época, fue protagonista de un sinfín de peripecias, como la vez que fue detenido con solo 12 años en El Puerto al bajarse de un tren e indocumentado y pasó 15 días en el calabozo, los días en los que cantó de cine en cine, en un circo "que se llevó una riada" o cuando el Pleno de su Puente Genil aprobó comprarle una guitarra que costó 2.000 pesetas, una fortuna en la época. "Siempre he sentido el cariño de mi gente", aseguró al referirse a su municipio natal. La afición por el cante le viene de familia aunque "hay que tener valor y la inconsciencia de la juventud" para hacerse notar junto a otros cantaores de prestigio siendo él un niño desconocido. El nombre de Fosforito lo heredó de su padre, capaz de hacer "unas malagueñas perfectas" y al que también llamaban Fosforito, reveló. Sincero, explicó que los artistas "tienen un ramito de locura para poder vivir" y confesó, a preguntas de sus interlocutores, que aunque estuvo muchos años rodeado de grandes figuras, nunca quiso parecerse a nadie, "me interesaba el cante, no los cantaores, ver qué es lo que cada cante daba a entender para luego hacerlo mío". Y es que, en su opinión, los músicos "tienen la capacidad de ver lo que otros no ven" y lo dan "apasionándose con lo que les gusta".

Dueño de una memoria privilegiada y orador sin cortapisas, fue repartiendo piropos a cantaores que para él fueron sus maestros y a guitarristas como Paco de Lucía, con quien compartió andanzas y de quien dijo que "siempre tenía las manos calientes", que "era un enfermo de esto" capaz de tocar noches enteras con la luz apagada. De los guitarristas, dijo que "los que tocan bien no pierden el gustito de la tradición, la cadencia como decía Falla".

Sobre el presente del Concurso Nacional de Arte Flamenco, Fosforito empezó diciendo que se sentía incapaz de opinar y acabó tirando de las orejas a las instituciones por la falta de promoción ("los medios mandan", recalcó) que hace que otros "concursillos" tengan más difusión que el de aquí.

El guitarrista Niño Seve, Premio Nacional de Flamenco, fue el encargado de abrir y cerrar con una taranta y una bulería el acto, presentado por el redactor jefe de Diario CORDOBA Rafael Aranda. Entre los presentes, asistieron compañeros como David Pino o El Pele, que aseguró que "todo el que se siente flamenco está orgulloso de que al maestro se le rinda homenaje en vida porque merece eso y mucho más".

El cantaor pontanés, que en un momento de la conversación se refirió a un proyecto radiofónico y confesó ser "incapaz de escuchar seis horas a Fosforito" (para aquel proyecto le pidieron que revisara seis horas de sus actuaciones en directo), se dejó llevar por el momento y la charla lo que le hizo dar de lado el papel que había escrito para la ocasión. Profundo, su reflexión terminaba revelando el secreto del cante jondo y merece la pena dejarla por escrito: "La grandeza de lo jondo cuando suena te estruja el alma, te remueve los adentros y lo mismo te hace llorar que explotar en éxtasis de alegría porque, cuando el cante está macerado con el bagaje del polvo de esos mil caminos reales de la verdad, irremisiblemente suena con jondura, estremece y duele, aunque éste sea un dolor gozoso que, como un borbotón, te inunda las entrañas y te aproxima a Dios".