Ningún niño debería morir. Pero a Ana ese momento le llegó demasiado pronto, cuando solo tenía tres años, como consecuencia de una compleja enfermedad con la que nació. La familia de esta niña decidió donar sus órganos, de forma que su pequeña pudiera dar vida a pacientes infantiles en espera de un injerto. Cuando se produjo esta muerte, la hermana de Ana, María Victoria Lara Sauces, tenía 8 años y ahora ya 15. Animada por una profesora, esta joven, que el curso próximo hará cuarto de la ESO en el IES Fidiana, escribió un poema que presentó a la cuarta edición del concurso andaluz Tintas para la vida, que organiza el hospital Reina Sofía para fomentar y concienciar a alumnos de colegios e institutos sobre la importancia de la donación de órganos.

María Victoria obtuvo el segundo premio, en la categoría de ESO, Bachillerato y ciclos formativos, con su poema La estrella más bonita del cielo, dedicado a su hermana Ana, poesía que acaba con estos versos: «¿Cómo siendo tan chiquita regalaste todo aquello que tenías? Solo sé que te fuiste de mi lado, pero dejaste dos eternas sonrisas. Eres la estrella más bonita del cielo, la que más brilla».

«Nos acordamos mucho de mi hermana, pero nos queda el consuelo de que ayudó a otras personas», expone esta joven, que anima a no tener miedo a querer donar los órganos cuando se fallece.

En la misma categoría a la que se presentó María Victoria, el primer premio recayó en Ana Baena Liñán, que acaba de concluir sus estudios de Bachillerato en el IES Alhakén. Ana ya había participado varias veces en este certamen y en este caso su poema ganador fue Gracias a ella. A esta joven le gusta escribir poesía de forma aficionada, sobre todo letras que puedan ayudar a otras personas, y ha ganado otros concursos, al margen del de Tintas para la vida. «Con este poema reflejo el agradecimiento de una persona trasplantada a su donante, una donación que le permite respirar o emocionarse, vivir como otra cualquier persona. He querido reflejar esa bonita sensación de haber recibido un regalo de vida», recalca Ana Baena.

«En mi entorno nadie ha necesitado un trasplante, pero he tenido oportunidad de conocer a personas trasplantadas en los premios de Tintas para la vida y he aprendido mucho de sus testimonios», destaca Ana.