En química y física la materia, como en política pasa con los partidos y sus líderes, puede estar en cuatro estados: sólido (como ayer Rajoy ante los suyos en la convención del PP), líquido (e inflamable, como al criticar a Ciudadanos y llamar al PP a redoblar esfuerzos), gaseoso (cuando olvidó decir que fue el PNV el que pidió la derogación de la prisión permanente revisable) y en el último estado de la materia: el plasma. Y no ese plasma de TV que se le puso de nuevo a los periodistas en una sala aparte, sino ese estado de agitación de las partículas de un átomo cuando la temperatura es altísima. Como con el calor humano y el baño de multitudes y de selfis que se dio Rajoy en un breve paseo por La Judería. Y en ese estado de caos de la materia, el plasma, se mezclan las partículas positivas (los simpatizantes que le rodearon eufóricos) con partículas neutras (que también se hicieron fotos) y electrones de carga negativa, discretamente separados del núcleo por el cordón de guardaespaldas, que no dejaron que ni un periodista preguntara. En fin, que lo de ayer de Rajoy camino del almuerzo, en el restaurante La Candelaria, fue algo físico y químico. Algo plasmático.