Cuando se habla del día de Reyes y, sobre todo, del día de la Cabalgata, la ilusión es capaz de atravesar muros. En este caso, de sobrepasar barrios y llegar hasta la periferia. La Cabalgata oficial no es la única que ayer se dio cita en la ciudad para celebrar la llegada de la noche de más trabajo de sus majestades los Reyes Magos de Oriente. Las seis barriadas de la periferia, además de Encinarejo y los barrios de Ciudad Jardín y Parque Figueroa, pusieron ayer en la calle sus propias cabalgatas.

Alcolea, Trassierra, Cerro Muriano, Villarrubia, El Higuerón y Santa Cruz celebraron ayer la puesta en marcha de estas comitiva de carrozas, organizada por los delegados de la alcaldesa de dichas barriadas, junto a las respectivas comisiones de festejos. En esta ocasión, la financiación con la que contaron las barriadas periféricas fue de 26.000 euros para el conjunto de ellas, aportado por el Ayuntamiento de la capital. A ellas se sumó la de Encinarejo de Córdoba, que salió a las 5 de la tarde desde la plaza central de la barriada. Todas ellas recorrieron las céntricas calles de sus respectivas barriadas, llevando la ilusión de los Reyes Magos, sus caramelos y sus juguetes a todos aquellos que, por una razón o por otra, no se acercaron a la capital para disfrutar de la oficial. Estas cabalgatas se echaron a la calle prácticamente a la vez que la que paseó por el centro de Córdoba, recogiéndose, en su mayoría, cerca de las 9 de la noche.

En el centro de la ciudad llegaba el final de la Cabalgata. Muchos niños se dirigían a sus casas para preparar todo para sus majestades. Mientras, en otras partes de la ciudad, como el barrio del Parque Figueroa o Ciudad Jardín, comenzaba un nuevo cortejo de carrozas reales. En Ciudad Jardín salía a las 9 de la noche su tradicional cabalgata, aproximadamente a la altura del número 20 de la calle Don Lope de Sosa. Al otro lado de la estación de trenes, el barrio del Parque Figueroa ponía sus cabalgatas en la calle media hora más tarde, en torno a las 21.30. Poco después, Córdoba entera dormía para que, por fin, sus majestades comenzaran su trabajo.