El naranja intenso de sus muros empedrados al atardecer. Los cánticos folclóricos por las estrechas callejuelas durante las festividades. Quizá sea la calidez de la taberna pegajosa. Los geranios en flor rebosando por los balcones en mayo. Tal vez el duende de bailaores y cantaoras. Las curvas y los volantes, o los moños oscuros. Qué tendrán Córdoba y sus gentes para haber sido inspiración suprema de artistas durante siglos. De los versos de Góngora a los pinceles de Romero de Torres. Dramaturgos, músicos, literatos, arquitectos... Y ahora ha llegado el tiempo de los diseñadores.

La moda en la ciudad vive una de sus mejores etapas gracias al esfuerzo y la constancia de creativos inconformistas, que luchan contra todo pronóstico para abrirse paso en un mundo cada vez más competitivo y demandante de innovaciones. Todos tienen como denominador común un arrojo innato para aventurarse en mercados lejanos, sorteando las garras de la crisis económica o encabezando la búsqueda de públicos atrevidos que, curiosos, se fijan en nuestras tradiciones, nuestro espíritu, con afán de incorporarlos en sus armarios. Nada comparado con el elegante y, siempre correcto, atuendo del cordobés de a pie, algo alérgico a nuevas combinaciones de colores o a la apuesta por cortes imposibles.

Ya era poco dado a los experimentos el embajador por excelencia del espíritu cordobés en la moda. El ilustre Elio Berhanyer nunca ha sido muy amigo de las abundantes mezclas de colores. Como él mismo comentó en una entrevista para el diario El País, el blanco y el negro han terminado siendo los protagonistas de muchas de sus creaciones. Los colores de su Andalucía natal. «El blanco de la cal y el negro del luto, el negro de las mujeres mayores sentadas en sus sillas de enea en los atardeceres de verano», decía el maestro. El año pasado, el Círculo de la Amistad reconocía la extensa trayectoria del modisto en una emotiva ceremonia, que bien podría servir para ilustrar la transición hacia una nueva generación de genios. Alejandro Gómez Palomo parece haber recogido ese testigo con una rapidez pasmosa. Con tan solo 25 años, el modisto puede presumir de haber llevado su firma, Palomo Spain, a París, Estados Unidos, China y Corea del Sur, y de haber visto sus diseños sobre los cuerpos de Carmen Lomana, Rossy de Palma, Eduardo Casanova, Beyoncé, Miley Cyrus o Rita Ora. Aunque se estableció en su actual taller de Posadas nada más terminar los estudios de diseño en Londres, reconoce que los primeros reconocimientos llegaron directamente del exterior. «Las primeras tiendas en las que vendimos fueron en Nueva York y en Los Ángeles . En España no se me conocía tanto como para que se atreviesen a comprar mi ropa». Ahora el reconocimiento es unánime a todos los niveles.

Palomo Spain ha roto con todos los cánones establecidos gracias a su particular seña de identidad, «tratar de darle una oportunidad al armario masculino, con tejidos, telas ricas y cortes que normalmente son femeninos». Y aunque la firma cause sensación por poner faldas cortas sobre velludas piernas masculinas o vestir a chicos andróginos con corsés y transparencias, todas esas creaciones están inspiradas en el sur, en el folclore cordobés. «Yo intento que todos mis materiales vengan de España. También me nutro de la artesanía de Córdoba. Todo se queda alrededor de la comarca», comenta el diseñador. Claro que sus diseños no van dirigidos al bolsillo bajo y medio, por lo que avistar una de sus prendas por Calle Cruz Conde o Las Tendillas parece complicado. «Creo que la moda es algo cultural, y aquí no hay un público que invierta en moda de lujo. Sí creo que hay una industria centralizada en el traje de flamenca y trajes a medida, que se aleja más de lo que yo hago».

La industria a la que Palomo se refiere toma forma en nombres como el de Juana Martín. No hay seguidor de la moda flamenca que no conozca los diseños de esta cordobesa que, como ella misma reconoce, es referente en ese mundo por su innovación a la hora de introducir nuevos tejidos y volúmenes en los trajes de flamenca. No obstante, quiere dejar claro que la firma también vira hacia otras vertientes. «Me conocen por la moda flamenca, pero también hacemos pasarelas a nivel nacional e internacional con Prêt-à-porter, aunque sin perder el sello flamenco. Exportar la esencia de Córdoba al exterior siempre ha sido fundamental para la marca». Y así será. Tras haber pasado por Cibeles y haber despuntado durante 14 años en la Mercedes Benz Fashion Week con su moda femenina, a caballo entre las últimas tendencias y ese aire folclórico, Juana Martín debutará el mes que viene en la París Fashion Week, y con ella el espíritu de Córdoba.

A la emprendedora Ana Torres también se le queda pequeño el mercado cordobés que tanto esfuerzo le costó conquistar. La diseñadora comenzó su andadura en la moda trabajando en una de las primeras fábricas de confección de la ciudad, al mismo tiempo que daba clases de confección femenina en el Club Santuario. Una vez asentada su firma a nivel nacional, la embestida de la crisis económica le llevó a exportar sus vestidos de fiesta y novia de alta costura a Kuwait, Italia, Francia, Arabia Saudí y Mozambique, desde donde acuden a su taller para recibir un trato personalizado. «Modificamos las prendas para darle un toque personal a cada una y acoplarnos a las preferencias del cliente», comenta Ana. Clientas exquisitas, entre las que se encuentran personalidades de la política, el cine y la televisión. Ana no puede dar nombres, pero manifiesta la «ilusión» que le produce siempre ver sus vestidos «tanto en una mujer de la talla 38 como en una madrina más mayor de la talla 58». Si le preguntan por su percepción del sector en la provincia, contesta convencida que «ella lo ve bien» porque «Córdoba y España están al día en la moda tanto como Estados Unidos».

Otra titánica de la moda en la provincia, opción imprescindible para el armario de la cordobesa media, es Matilde Cano. Matilde y sus dos hijas, Marisa y Olga, comenzaron su andadura a finales de la década de los 70, en plena transformación de la industria textil, produciendo ropa de calle asequible que, tal y como cuenta Marisa Cano, les quitaban de las manos en aquella época. «Esto evitaba que las clientas tuviesen que comprarse tejidos y acudir a una modista», añade Cano. A esta buena acogida siguieron las ampliaciones de locales, el traslado del taller a Las Quemadas y un reconocimiento gradual desde Andalucía hasta Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Arabia. Para Matilde Cano, el éxito a la hora de abrirse camino en el sector no está reñido con la provincia ya que, en palabras de Marisa Cano, «la globalización nos impele a estar presentes en el mundo y no tiene nada que ver de dónde surjan las ideas, ni de donde se fabriquen o exporten», pero al mismo tiempo es consciente de «el aire especial que destila la influencia de nuestra luz de Córdoba, que hace que el producto sea diferente a otros que encontramos en el mercado».

Desde Hinojosa del Duque, y procedente de una familia de modistos, Francisco Tamaral trasladó su taller a la capital hace 15 años, donde se estableció con dificultad. «Lo más complicado fue asentarme en Córdoba y conseguir una clientela, ya que aquí era menos conocido. Pero el boca a boca funcionó muy bien». Ahora viste a reconocidas mujeres del cine y la televisión como Loles León, Mar Abascal o Ana Escribano, causa sensación en Simof con sus trajes de flamenca y exporta eventualmente sus colecciones de alta costura y Prêt-à-porter a Dubái, Arabia Saudí, Líbano y París. La calidad de materiales, la exclusividad y la atención personalizada son seña de itentidad de esta marca, cuyo reto es seguir proyectándose para, cuenta Tamaral, «asentar la firma como referente a la hora de vestir».