Estaba escrito. Córdoba estaba llamada a ser en la jornada de ayer el mayor epicentro cofrade y respondió a las expectativas. El Vía Crucis Magno forma ya parte de la historia memorable del sentimiento cofrade cordobés, pero también se convirtió en uno de los acontecimientos turísticos más importantes que se han organizado en la ciudad en mucho tiempo. Estaba escrito y Córdoba dio lo mejor de sí, aunque el desbordamiento de miles de personas colapsaron el casco histórico en un lugar llamado a ser la futura carrera oficial. El número de personas cumplió las expectativas, aunque también dejó al descubierto carencias que provocaron el retraso en el comienzo del Vía Crucis por las dificultades que tuvieron los costaleros en situar los pasos en Ronda de Isasa. Llegó un momento en el que era imposible moverse en la Cruz del Rastro, lo que dificultó enormemente el acceso de la procesión.

GRANDES MOMENTOS El Año de la Fe fue la culminación del sentimiento cristiano para miles de cofrades, la concentración mayúscula de la devoción en el entorno de la Mezquita-Catedral, pero también la ramificación fervorosa desde los templos de los que surgió la fe convertida en materia artística. Solventadas las dificultades de acceso, a las 21.02 se inició la adoración a los mártires y pocos minutos después la Reina de los Mártires cruzaba bajo la Puerta del Puente camino de la Catedral. Los minutos pasaban hasta que, a las 21.45 horas, el delegado diocesano para Hermandades y Cofradías, Pedro Soldado, anunciaba que el retraso acumulado se debía a los problemas para que se reagruparan los pasos. Dicho esto, comenzaba el momento culminante. Dos minutos después, Jesús de la Oración en el Huerto cruzaba el arco del Triunfo. El obispo Demetrio Fernández inició el rezo en uno de los enclaves turísticos más importantes de España. Se inició la primera estación. "Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los olivos; y lo siguieron los discípulos (...)". Miles de cofrades desbordaron sus sentimientos, se sintieron protagonistas del primer vía crucis, el que llevó a Cristo a la cruz hace más de dos mil años en Jerusalén. Se hacía forma el proyecto que aprobó en mayo la asamblea general de la Agrupación de Cofradías presidida por Francisco Gómez Sanmiguel. Solidificaba el arduo trabajo que hizo del verano una verdadera Cuaresma preparatoria para 18 hermandades elegidas para la historia.

Córdoba se despertó temprano. Las casas de hermandad abrieron sus puertas al entusiasmo de sus hermanos y al nerviosismo incontrolable. Las iglesias alumbraron su belleza arquitectónica y los pasos atrajeron a centenares de personas que quisieron ver antes que nadie el misterio de la fe, verdadero arte contenido hace décadas, hace siglos en algunos de ellos. La luz reflejó el cromatismo floral, engrandeciendo la maestría perfilada con las gubias de maestros escultores. Los sonidos que surgieron de las formaciones musicales se trasladaron a las calles de la Judería por la mañana, que anunciaron que algo grande tendría lugar por la noche. La Ribera nunca fue tan cofrade. Desde la Torre de la Calahorra comenzó a verse pronto la aglomeración. La Policía Local era incapaz de cuantificar el volumen de personas que se movían por el centro y el casco histórico de Córdoba, aunque reconocía que hacía

mucho tiempo que no se vivía una situación de concentración de personas como el de ayer. La llegada del primer paso a la Cruz del Rastro fue recibida con enorme expectación. Nuestra Señora Reina de los Mártires tenía el honor de ser el inicio de todo, el homenaje a los mártires cordobeses, el recuerdo a una ciudad que, tras Roma, es la que más mártires cristianos recoge la historia. En solemnes procesiones, fueron llegando, como estaba previsto, los 17 pasos que protagonizaron las 15 estaciones del Vía Crucis Magno.

Fueron momentos que recordarán muchos cofrades y quienes pudieron presenciar un acontecimiento irrepetible. Cuando a las 23.23 el obispo Demetrio Fernández rezaba la oración final y calificaba de "piadoso" el vía crucis, "una expresión pública de nuestra fe", estaba cruzando la Puerta del Puente Nuestro Señor Resucitado. Era la mejor culminación al Año de la Fe, seguido con profundo respeto por las miles de personas que se concentraron en el entorno de la Mezquita-Catedral.

Quedaba la adoración al Santísimo en la Catedral y la bendición final, comienzo también de un histórico regreso de las imágenes a sus templos en una peculiar madrugada cofrade. Momentos irrepetibles para las 18 hermandades que se volcaron con este magno evento, enorme esfuerzo para los integrantes de la Agrupación de Cofradías y, sobre todo, especial atractivo para que miles de turistas llegaran a Córdoba a descubrir una expresión de enorme belleza plástica en un escenario único.