Uno de cada tres adultos cordobeses, algo más de 200.000 personas, partiendo de que en la provincia de Córdoba hay aproximadamente 627.000 habitantes que tiene más de 19 años, presenta algún problema para digerir la leche y sus derivados. Sin embargo, no todos estos 200.000 cordobeses presentarán síntomas graves, aunque para algunos esa mala absorción sí puede suponer un problema que afecte significativamente a su calidad de vida.

La especialista en Aparato Digestivo del hospital Reina Sofía Esperanza Pérez Rodríguez explicó que «la hipolactasia o deficiencia de lactasa rara vez es congénita, por un defecto en el nacimiento. La mayoría de las ocasiones consiste en una pérdida fisiológica de la lactasa intestinal, que es una enzima (proteína) que se encarga de dividir la lactosa (azúcares de los lácteos) en elementos más sencillos, como la glucosa o la galactosa, para que sean absorbidos».

Esta doctora indicó que «no todas las personas tienen la misma capacidad para secretar lactasa. En la mayoría de las especies, la capacidad para digerir la leche se va perdiendo tras el destete. Pero en la especie humana se ha continuado usando la leche de los animales para alimentarse en la edad adulta, desarrollándose durante la evolución una adaptación a este hábito alimenticio».

DIFERENCIAS / Según Pérez, «la capacidad para absorber la lactosa en los adultos varía mucho según las razas y poblaciones». La deficiencia de lactasa puede ocurrir también de forma transitoria tras cualquier daño en la mucosa intestinal, debido por ejemplo a una gastroenteritis infecciosa, pero luego se recupera cuando pasan varias semanas y se cura el proceso que la originó.

Esperanza Pérez precisó que «dentro del grupo de personas con deficiencia de lactasa, aquellos que tienen síntomas se dice que tienen intolerancia a la lactosa, también llamada hipersensibilidad no alérgica a la lactosa, para diferenciarlas de aquellas personas que padecen verdadera alergia a las proteínas de la leche de vaca, que se produce por otros mecanismos y suele asociarse a otras alergias».

«Muchas personas que piensan que son intolerantes a la lactosa en realidad no tienen ningún problema de absorción. Es lo que se llama intolerancia subjetiva, que es aquella situación en la que la persona decide atribuir sus molestias digestivas a la lactosa, restringiendo su consumo de forma no justificada. En este caso, puede ser importante el resultado de las pruebas diagnósticas para identificar correctamente el origen de los síntomas», recalcó Pérez.

«Recomendar dietas sin lácteos sin motivos justificados no tiene fundamento y puede perjudicar seriamente la salud», añadió esta doctora.

«Los adultos con deficiencia de lactasa suelen mantener entre un 10% y un 30% de la actividad de esta enzima, y desarrollan síntomas solo cuando ingieren suficiente lactosa como para sobrepasar los mecanismos compensadores del colon. Por tanto, estas personas pueden seguir una dieta que incluya leche y derivados, si distribuyen bien estos productos a lo largo del día», recordó Esperanza Pérez.

EL DIAGNÓSTICO / «Sospechar que se padece este problema puede ser muy sencillo si se identifican las molestias gastrointestinales cuando se toman productos lácteos, y éstas desaparecen si no se ingieren. Sin embargo puede no ser tan fácil, ya que muchas veces los síntomas no son inmediatos. Además hoy en día muchos alimentos procesados (como los tan consumidos embutidos) contienen lactosa, lo que puede ocasionar que se padezcan durante muchos años síntomas muy desagradables sin que se intuya la causa. Además otros trastornos muy frecuentes, como el síndrome del intestino irritable, pueden coincidir en la misma persona, de forma que a pesar de suprimir la lactosa persistan síntomas parecidos», expuso esta gastroenteróloga.

«El conocimiento en más profundidad de este problema ayuda mucho a manejarlo eficazmente ya que tiene implicaciones nada despreciables en la esfera personal, social, a la hora de llevar una dieta saludable, de tomar medicamentos, y también en el ámbito de la industria y de la restauración», resaltó esta especialista.

A pesar de lo que se pueda pensar, Pérez no cree que haya crecido el número de cordobeses intolerantes a lactosa, sino que lo que existe es una creciente concienciación sobre este problema.

¿Cómo se sabe si existe esta intolerancia? Los síntomas mas frecuentes suelen ser diarrea, dolor abdominal, vómitos o flatulencia (ruidos o distensión abdominal). Que aparezcan o no depende en gran parte del equilibrio entre la producción y la eliminación de los productos derivados de la mala digestión. Una aproximación inicial al diagnóstico puede ser retirar completamente la lactosa de la dieta durante un par de semanas y observar si hay una mejoría llamativa de las molestias, o empeoramiento al introducirla de nuevo.

«Existen distintos tipos de pruebas para confirmarlo. Se pueden analizar la sangre, las heces, la orina o el aliento. Incluso en algún caso pueden ser necesarias biopsias intestinales. Estas pruebas deberían ser indicadas y valoradas por un experto en Digestivo», manifestó la doctora Pérez.

El tratamiento consiste en reducir la ingesta de la lactosa en la medida en que se tolere. La mayoría va a admitir hasta 9 a 12 gramos (equivalente a un vaso de leche) al día sin presentar síntomas, o los van a ver reducidos si ingieren pequeñas cantidades de lactosa o acompañadas por otros alimentos. También se puede recurrir al consumo de productos lácteos fermentados que tienen mejor tolerancia, como son los quesos semicurados y curados, yogures o cuajadas, o preparados lácteos sin lactosa.

En los casos más graves habrá que restringir cualquier producto que lleve lactosa, asegurando una adecuada ingesta de calcio y vitamina D con otros alimentos (sardinas, almendras, mariscos, moluscos, garbanzos, acelgas o puerro) e incluso añadir suplementos.

Por su parte, existe la posibilidad de tomar la enzima deficiente, la lactasa, en preparados farmacéuticos, como pastillas, y se suele recurrir a estas para situaciones en las que se prevé que va a haber una transgresión.