El papel de Amador en La que se avecina le está permitiendo a Pablo Chiapella explotar su vena más cómica, esa que ya nos mostró en La hora chanante, Muchachada nui y Aquí no hay quien viva. Pronto le veremos visitando pueblos en El paisano (La 2).

-Sus padres son de un pueblo de Valencia y usted nació en Albacete. Pero su apellido delata orígenes italianos.

-Sí, mi abuelo era turinés y vino a España sobre 1920, y ahí empezó la historia.

-Vaya papelón el de Amador, ‘el Cuqui’. Aunque en esta serie ningún personaje es ejemplo de nada.

-Es ejemplo de lo que no hay que hacer. Los personajes están tratados de tal manera que es una farsa de lo peor de cada persona. Es una parodia, no hay que tomárselo en serio, es para reírse un poquito precisamente de eso, de la parte más oscura del ser humano.

-Pero algo bueno tendrá Amador, ¿no? ¿Su energía, que nunca desfallece en sus ideas?

-Yo creo que sí, que su punto fuerte es el optimismo, levantarse ante cualquier revés y volver a empezar con la misma fuerza.

- ¿Le han pasado cosas tan surrealistas en las reuniones de escalera como en ‘La que se avecina’?

-Lo cierto es que soy poco dado a ir a las reuniones de vecinos. Hasta hace poco no era propietario, así que tenía excusa para escaquearme. Y ahora que ya lo soy, por temas de curro y laborales, todavía no he ido. ¡Pero estoy seguro de que cuando vaya va a ser un cachondeo, más por parte de ellos que por la mía!

-¿Cuál es el secreto del éxito de ‘La que se avecina’, que sigue líder a pesar de llevar 10 temporadas en antena, del cambio de día de emisión y de lo que le echen?

-Yo creo que el éxito, a nivel artístico, es un buen guion, muy buena dirección e intérpretes creíbles y a la altura. Luego, a nivel más técnico, la serie no tiene síntomas de flaqueza porque ha entrado de lleno en el mundo joven, niños incluidos. En casa mandan ellos y, al final, hemos hecho un cambio generacional.

-¿En qué sentido?

-Vamos casi por los 11 años, y la gente que empezó a verla cuando comenzamos, si entonces tenía 16 años, ahora tiene 26. Probablemente muchos de ellos se han cansado de verla, y es comprensible porque ha pasado mucho tiempo y te pueden atraer otras cosas, pero es que le han dado el testigo a sus hermanos… Y al final siempre hay gente que empieza a verla como si fuera desde el principio y le sigue gustando. Yo creo que ese es el éxito: el cambio generacional y un elenco y un equipo artístico envidiables.

-¿No le ha marcado haber hecho del Capitán Salami en la serie?

-Sí, es una cosa que, para bien o para mal, va a perseguirme durante mucho tiempo y sí, la verdad es que me hacen muchísimas coñas. De hecho, no hay día que no me digan Capitán Salami por la calle o que no me pidan ayuda para solucionar algún problema. ¡Pero sin capa no soy nadie!

-Si no estuviera trabajando como actor, ¿estaría dando clases de Educación Física?

-Pues seguramente sí, tengo el título e iba de cabeza a ejercer la profesión. Si no se hubiera cruzado el tren de la interpretación, es muy probable que estuviera eligiendo chándal y pito para la clase de gimnasia.

-¿Le gustó la oferta de presentar ‘El paisano’ nada más proponérsela?

-De primeras, cuando el productor me contó la idea por teléfono, me quedé un poco a cuadros, porque el concepto es un tanto raro cuando te lo explican. Te vas a un pueblo de menos de 1.000 habitantes, estás 48 horas, convives con los vecinos, haces un monólogo, vuelves al poco tiempo y lo interpretas.

-¿Le hace especial ilusión este nuevo proyecto?

-Sí, aparte, es un proyecto en el que, como no tengas ilusión, te vas al carajo. Porque es un rodaje muy duro, todo exterior, llegas a los pueblos y no tienes guion, estoy yo con un micrófono... Implica estar muy atraído por el concepto de ir a conocer gente y disfrutar de sus vivencias.