El papel del desquiciado Amador en La que se avecina le está permitiendo a Pablo Chiapella (Albacete, 1976) explotar su vena más cómica, esa que ya nos mostró en La hora chanante, Muchachada nui y Aquí no hay quien viva. Pronto le veremos visitando pueblos de España con la versión para TVE de El foraster de TV-3, El paisano.

Sus padres son de un pueblo de Valencia y usted nació en Albacete. Pero su apellido delata orígenes italianos. Sí, mi abuelo era turinés y vino a España sobre 1920, y ahí empezó la historia.

Vaya papelón el de Amador, el Cuqui. Aunque en esta serie ningún personaje es ejemplo de nada. Es ejemplo de lo que no hay que hacer. Los personajes están tratados de tal manera que es una farsa de lo peor de cada persona. Es una parodia, no hay que tomárselo en serio, es para reírse un poquito precisamente de eso, de la parte más oscura del ser humano.

Pero algo bueno tendrá Amador, ¿no? ¿Su energía, que nunca desfallece en sus ideas? Yo creo que sí, que su punto fuerte es el optimismo, levantarse ante cualquier revés y volver a empezar con la misma fuerza.

¿Le han pasado cosas tan surrealistas en las reuniones de escalera como en La que se avecina? Lo cierto es que soy poco dado a ir a las reuniones de vecinos. Hasta hace poco no era propietario, así que tenía excusa para escaquearme. Y ahora que ya lo soy, por temas de curro y laborales, todavía no he ido. ¡Pero estoy seguro de que cuando vaya va a ser un cachondeo, más por parte de ellos que por la mía!

¿Cuál es el secreto del éxito de La que se avecina, que sigue líder a pesar de llevar 10 temporadas en antena, del cambio de día de emisión y de lo que le echen? Yo creo que el éxito, a nivel artístico, es un buen guion, muy buena dirección e intérpretes creíbles y a la altura. Luego, a nivel más técnico, la serie no tiene síntomas de flaqueza porque ha entrado de lleno en el mundo joven, niños incluidos. En casa mandan ellos y, al final, hemos hecho un cambio generacional.

¿En qué sentido? Vamos casi por los 11 años, y la gente que empezó a verla cuando comenzamos, si entonces tenía 16 años, ahora tiene 26. Probablemente muchos de ellos se han cansado de verla, y es comprensible porque ha pasado mucho tiempo y te pueden atraer otras cosas, pero es que le han dado el testigo a sus hermanos… Y al final siempre hay gente que empieza a verla como si fuera desde el principio y le sigue gustando. Yo creo que ese es el éxito: el cambio generacional y un elenco y un equipo artístico envidiables.

¿No le ha marcado haber hecho del Capitán Salami en la serie? ¿Le gastan muchas bromas? Sí, es una cosa que, para bien o para mal, va a perseguirme durante mucho tiempo y sí, la verdad es que me hacen muchísimas coñas. De hecho, no hay día que no me digan Capitán Salami por la calle o que no me pidan ayuda para solucionar algún problema. ¡Pero sin capa no soy nadie!

¿Se puede hacer comedia de todo? Porque me acuerdo de un capítulo en el que Recio declaraba la independencia de su rellano, sacándole punta al tema del independentismo. Se puede, y yo creo que se debe. Otra cosa es cada uno, a nivel individual, cómo se lo tome y hasta qué punto tolere que se bromee sobre el conflicto que hay. Pero a mi parecer, todo es susceptible de hacer comedia. De hecho, yo creo que es una cura.

¿Cree que ahora sería difícil emitir un capítulo como ese, con la situación en Cataluña? Difícil no, aunque se plantearía desde otro punto de vista. Pero no creo que hubiera problema. La gente es muy lista y ha entendido el código de La que se avecina, porque es una serie que toca todos los palos, en la que pasas del independentismo a hablar de las relaciones de pareja… Igual las redes hablarían un poco más por el hecho de estar el tema como está, pero creo que no pasaría de ahí, todo el mundo entiende que La que se avecina está hecha para pasar un buen rato y que tampoco pretende ir más allá.

Si no estuviera trabajando como actor, ¿estaría dando clases de Educación Física? Pues seguramente sí, tengo el título e iba de cabeza a ejercer la profesión. Si no se hubiera cruzado el tren de la interpretación, es muy probable que estuviera eligiendo chándal y pito para la clase de gimnasia.

¿Qué le debe a La hora chanante y a Muchachada nui? Todo. Porque fue el comienzo, y aparte, un comienzo muy arropado, entre amigos. De alguna manera, hasta pasar el tiempo no nos dimos cuenta de la que estábamos liando y hacia dónde nos iba a llevar eso. Así que fue un gran comienzo, porque se ha demostrado que todos los que empezamos en La hora chanante hemos conseguido labrarnos nuestra carrera personal, así que solo tengo agradecimientos para esa época.

¿Qué pensaba cuando se hablaba de que en esos programas tenían un humor que no todo el mundo entendía? ¿Que era un humor made in Albacete? Que es verdad. Era un humor que mucha gente no entendía y habrá mucha que siga sin entenderlo. Pero es lo bueno que en aquellos días ofreció Paramount al equipo y a la comedia nacional en general: el hecho de atreverse a hacer algo tan extraordinario y tan raro a primera vista como era La hora chanante. Luego te das cuenta de que aquello caló en la sociedad. ¿Quién no dice ahora regulero o viejuno? Al final, lo que hay que dar es una oportunidad a la gente nueva, que es lo que por aquel entonces hacía Paramount, que era un generador de nuevos talentos.

Será El paisano en la versión española de El foraster. ¿Le gustó la oferta nada más proponérsela? De primeras, cuando el productor me contó la idea por teléfono, me quedé un poco a cuadros, porque el concepto es un tanto raro cuando te lo explican. Te vas a un pueblo de menos de 1.000 habitantes, estás 48 horas, convives con vecinos, haces un monólogo, vuelves al poco tiempo y lo interpretas.

¿Qué le llevó a aceptar? Para mí fue fundamental ver el resultado de El foraster y el trabajo de Quim Masferrer para convencerme de que era un proyecto que no podía dejar pasar.

¿Sabe que Masferrer sacaba su vena humorística, pero el programa también requería del lado humano del presentador? Si me llegan a plantear un proyecto donde voy a hacer el canalla con la gente de pueblo y a contarles chistes y a no implicarme de forma humana con ellos, no lo hubiera cogido, porque para eso ya tengo La que se avecina, donde le doy caña no a la gente de pueblo, sino a todo el mundo en general. Precisamente dije que sí porque no voy a los pueblos a intentar sacar punta de sus necesidades o carencias, sino al revés, voy para entenderlos y a conocer su parte más humana.

¿Le hace especial ilusión este nuevo proyecto, descubriendo pequeños pueblos e historias? Sí, aparte, es un proyecto en el que, como no tengas ilusión, te vas al carajo. Porque es un rodaje muy duro, todo exterior, llegas a los pueblos y no tienes guion, estoy yo con un micrófono... Implica estar muy atraído por el concepto de ir a conocer gente y disfrutar de sus vivencias.

Este programa será el primero en el que no le veamos haciendo un papel, ya que tendrá que mostrarse tal y como es ante el público. ¿Es un mayor desafío? De momento, es cierto que está siendo el más aventurero, porque tienes que irte fuera y entrar en un pueblo en el que nadie te conoce. Lo bueno es que los pueblos te dan su mejor cara, a veces la más entrañable, otras la más dura, con lo que caben todas las emociones.