Tras unos años en los que rebajó el ritmo de trabajo para desempeñar el papel de madre, Mónica Cruz (Alcobendas, Madrid, 1977) ha vuelto con dos proyectos actualmente en antena: da vida a una bailaora gitana en Velvet colección, el spin off de Movistar+ de la serie de A-3 TV (los viernes, un nuevo capítulo, y los domingos en #0), que tendrá otra temporada, y tiene una sección sobre tendencias en El hormiguero (A-3 TV). Se confiesa feliz.

-Define su papel en ‘Velvet colección’ como un regalazo.

-Sí, porque Carmela Cortés es muy auténtica. Me fascina porque siendo mujer y gitana va muy por delante de su época. Arrasa por donde va y es una maravilla de personaje. Para construirlo he tomado las referencias de Lola Flores y Carmen Amaya, que eran dos toros. He hecho una mezcla de ambas.

-No son las únicas gitanas en las que se ha inspirado.

-También con aquellas con las que conviví en mis años de giras con la compañía de Joaquín Cortés, que ha sido una escuela para crear el personaje. Quería hacer este papel desde el respeto porque admiro mucho a la raza gitana. Tienen un arte infinito y pueden transmitir su energía estén donde estén. En el aeropuerto, en una actuación... puede surgir una bomba. Y los niños... ¡Cómo bailan desde pequeños!

-¿Que Carmela hable caló es de cosecha propia?

-Sí. Introduzco expresiones que se puedan entender, aunque no las empleo todo el rato, solo cuando me dirijo a mi hermano, a mi marido… Le da más profundidad al personaje. También he trabajado la voz, la forma de bailar…

-Su personaje tiene tramas divertidas, ¿pero habrá drama?

-No. Se ve la vida de esta mujer; la ilusión que tiene por su trabajo y las ganas que tiene de colocar al flamenco donde se merece. De hecho, ella irrumpe en las galerías porque necesita renovar su vestuario para actuar en el Olympia de París. Quiere que su trabajo no se quede solamente en un tablao.

-Aunque en uno es donde enamora al diseñador Raúl de la Riva (Asier Etxeandia).

-Sí. Porque al principio, cuando ella entra en las galerías arrasando en plan aquí estoy yo, él no quiere saber nada del flamenco.

-Con Etxeandia ya había trabajado en ‘Un paso adelante’. ¿Cómo ha sido el reencuentro?

-Ha sido maravilloso, después de tantos años... Y en la serie tenemos una relación maravillosa. Porque, al principio, él flipa con ella pero después surge una gran atracción entre ambos. Aunque él tiene miedo porque siempre va con su séquito y eso impresiona.

-¿Le resultó difícil retomar el baile?

-No, porque, por suerte, había empezado a dar clases de ballet, ya que para mí es como terapia. Es que me aburre mucho hacer entrenamiento. Y cuando me llegó el personaje empecé a tomar clases sin parar desde mayo. Porque yo sé lo que es el baile y que hay que ensayar mucho para ofrecer esos números. Hay mucho trabajo detrás. Pero estoy superagradecida de que me hayan dejado bailar tanto.

-Durante un tiempo se había tomado con calma su carrera para ejercer de madre…

-Pues sí, quise hacerlo así. Evidentemente, trabajaba, aunque en otras cosas, como en mis diseños. No sabría hacerlo de otra manera. Pero en ese momento me pude permitir bajar el ritmo y espero que si repito la experiencia de la maternidad lo pueda hacer igual.

-¿Le ha venido bien a nivel personal?

-Han sido seis o siete años, no más, pero me han servido para tomar aire, me han venido bien para respirar. Aunque ya no soy la misma de antes. He sido mamá y estoy en otra dimensión. Todo ya es diferente. Pero como venía de muchos años de mucho trabajo en el baile (empecé a los 4 años), gracias a Dios el cuerpo ha respondido, porque tiene memoria. Lo que más me ha costado no ha sido la rapidez de los pies, que eso en dos días ya lo tenía, sino retener los pasos. Porque, como cualquier madre, tengo tantas cosas en la cabeza…