El sillón del presentador del Telediario no es el lugar más confortable de este país. Que se lo pregunten a Lorenzo Milá (Barcelona, 1960), que desde hace tres años ha tenido que aprender a disimular los tirones que da la camisa en torno al cuello, aunque ahora esté de vacaciones.

--Tras tres años al frente del Telediario, ¿qué sensación tiene?

--Ambivalente. Hemos avanzado mucho en el proyecto que me trajo aquí, que era alcanzar la neutralidad en los informativos de TVE, que estos recuperaran el control profesional y abandonaran el control político. Pero el Telediario es más convencional de lo que yo desearía. No siempre me voy con la sensación de haber ayudado a la audiencia a entender la realidad. Hay días en que me voy un poco frustrado.

--¿Cómo se lucha contra el control político?

--El poder tiene por costumbre llamar, porque quiere que se hable bien de él. Pero llama a TVE, igual que a Antena 3 y a Tele 5. El periodista debe defenderse de esa presión guiándose por criterios periodísticos, aprendiendo a decir: "Esta noticia la doy porque me parece periodísticamente interesante, pero esto otro que me propones no lo doy, aunque seas tú quien me llama, porque no lo es". Esto no tiene precedentes en TVE.

--¿Ha tenido que apelar al "aunque seas tú quien me llama"?

--Sobre todo los dos primeros años, porque hubo que acostumbrar a la gente a que las reglas habían cambiado. Y aún queda mucha tarea por hacer. Llevamos 30 años de interferencias políticas cotidianas en los informativos de TVE. Eso no se cambia en dos años. Pero nuestra apuesta ha sido seria.

--Se sigue acusando al Telediario de estar escorado a un lado.

--Claro, y estoy seguro de que cometemos muchos errores, pero ya no es por la imposición de un criterio ajeno al periodístico. Al contrario, creo que nuestro informativo comete errores por complejo. Yo sé que medio país aún cree que soy del PSOE o del Gobierno. Ese complejo me ha llevado a cometer errores que han beneficiado a la oposición.

--Si ese compromiso de independencia de TVE no se hubiese cumplido, ¿se habría ido?

--Posiblemente. Si el nivel de independencia que tenemos ahora se hubiera roto, o se rompiera en el futuro, habría que replanteárselo. Los medios públicos, o son neutrales, o deben desaparecer. Una televisión pública que cambia cuando cambia el Gobierno estafa al ciudadano.

--¿Dar las noticias sin corbata formaba parte del mensaje?

--Eso era un guiño para decirle a la audiencia: se puede presentar el Telediario sin ir vestido de boda. Se puede y no pasa nada. Pero a los tres meses comprendí que sí pasaba. El público de La Primera no entró en el juego, así que tuve que volverme convencional, perdiendo parte de mi personalidad televisiva.

--¿Usted ha cambiado?

--Soy el mismo, pero he tenido que adaptarme al Telediario , y creí que podía adaptar el Telediario a mí. Fue una gran ingenuidad. Tal vez se pueda, pero con mucho más tiempo.

--Si por usted fuera, ¿cómo presentaría el Telediario?

--Estaría de pie, delante de una pantalla, tratando de generar complicidad con el espectador; me movería más, saldría de detrás de la mesa y de la corbata.

--¿Cómo vive la caída de audiencia que ha sufrido su informativo?

--Con rabia y pena. En parte sé que es culpa mía. Pero esto tiene algo estimulante, que es la recuperación. Luchar con Matías Prats, a quien adoro y con quien tengo una relación muy estrecha, es muy divertido. Sería más divertido ganarle, pero tiene algo de gasolina eso de decir: "Venga, a ver cómo le superamos mañana".

--¿Qué otros factores han influido en esa bajada de audiencia?

--Aparte de mí, está el trasvase de audiencia que se produjo tras las elecciones. Mucha gente conservadora se pasó a otra cadena porque consideró que aquí había llegado el PSOE. No sé si hoy seguirán pensándolo, pero de entrada lo creían. Otro factor es que nosotros no podemos dejar de dar cultura y temas densos, pero las privadas dan contenidos más entretenidos, sobrecargados de sucesos. Cuanto más avancen las privadas en ese modelo, más necesario va a ser que la tele pública mantenga la solidez de la información.

--¿Qué cambiaría en esta casa?

--Me gustaría que lleváramos menos publicidad, para que eso fuera un atractivo para la audiencia. Somos la televisión pública europea con más anuncios. Me da pena. Nuestros contenidos deben depender del servicio, no de las audiencias. La audiencia es importante, pero no lo más importante.