Jesús Calleja (Fresno de la Vega, León, 1965) ha vuelto a subirse a su helicóptero armado de sofisticadas tecnologías para sobrevolar pueblitos y zonas apartadas del país y captar las bellísimas imágenes que muestra en el programa 'Volando voy', que ha estrenado segunda temporada en Cuatro. Este año, además, el espacio se ha propuesto usar 'gadgets' traídos del futuro para arreglar problemillas a los habitantes del lugar. Si ya no pasaba desapercibido, ahora más que nunca Calleja dejará huella.

¿Con quiénes se lo pasa mejor, con la gente anónima de 'Volando voy'. o los famosos de 'Planeta Calleja'? A mí me gusta todo el mundo. Que sean más famosos o no no me influye, porque para mí todos son personas. Pero con Volando voy me divierto una barbaridad, porque es conocer un poco tu país: cómo se vive en los diversos lugares, qué paisajes hay, qué culturas, la gente… Lo que más me fascina es la gente, porque es extraordinaria allá donde vamos y se aprende mucho.

En esta segunda temporada, además, a la misión que tenía el programa le han dado un plus. Sí. Antes lo que hacíamos era enseñar en esos rincones más apartados las nuevas tecnologías que están llegando. Y este año hemos dado una vuelta de tuerca más y la aplicamos a una necesidad real de ese pueblo, de esa zona o de ese lugar. Por ejemplo, en el delta del Ebro, que hay una regresión clarísima, un hundimiento de la subsidencia y, está subiendo el nivel del mar por el cambio climático, ayudamos a un proyecto científico que hará, no solo que el delta no desaparezca en 50 años, sino que aumente en 20.

Y así en todos los lugares, ¿no? Sí. En la Ribera Sacra hemos inventado algo con siete arquitectos para facilitar la viña a los viticultores heroicos, como llaman a quienes trabajan en lugares con hasta el 70% de inclinación. O sea, en cada lugar al que vamos hay una misión tecnológica científica que ayudará a ese lugar, sin ninguna duda.

¿Calleja el conseguidor? ¿El Papá Noel de los pueblos olvidados? No, lo que pasa es que nuestro programa es de entretenimiento, pero también tiene verdad. El humor es muy importante, y conocer a la gente, que tiene mucho que contar. Pero si además podemos ayudar... Y en Volando voy no hay ningún actor. Todo ocurre de verdad. Poder ver la cara que puso un agricultor del delta del Ebro cuando le enseñamos un ingenio para espantar los pájaros de su arrozal, sin que al ave le pase nada... Quedó fascinado, y hubo una reunión para incorporarlo en su día a día. Eso para nosotros es…

¿Hay un antes y despúes de su paso por esos lugares? Con honestidad, sinceridad, sin prepotencia y la máxima humildad, pensamos que un poquito sí.

El helicóptero es un elemento clave para el programa. Sí, es una herramienta que nos permite ver las cosas desde un ángulo que no se puede captar desde la tierra. Da un punto de vista extraordinario. Vamos con dos helicópteros. Yo voy en el mío y las imágenes con las que mostramos los lugares y las de mi Robinson 44 las tomamos desde otro que me sigue y que lleva tecnología Cineflex, que son unas cámaras que van en giroscopios, con lo que, haga lo que haga, en el helicóptero no hay vibración, y el efecto visual es mágico. El helicóptero es el elemento conductor. Y luego está esa parte del efecto sorpresa. Porque tenga en cuenta que algunas personas en su vida han volado. Algunas ni siquiera han ido a Madrid o a Barcelona...

Ahí está el Calleja de los desafíos, el que logra que la gente haga algo que creía imposible. A mí me genera mucha ternura poder dar sorpresas. Un helicóptero llama la atención a cualquiera, y volar en él, más. Porque es el vuelo más perfecto que hay: te permite pararte como una libélula, ir, venir...Llevar a alguien que nunca ha volado en esta máquina y enseñarle su casa, su tierra, desde el aire genera un efecto fascinante, una magia que emociona también al equipo. Yo he llorado con algunas personas..

Y no lleva cámaras visibles, lo cual asegura una autenticidad. Muchas veces se lo pasan tan bien y están tan emocionados que olvidan que hay cámaras y son ellos mismos. Eso es lo bonito. Y ya no me ven como el Calleja de la tele, sino que soy un amigo que ha llegado ahí y les da una sorpresa.

Y todo eso en pocos días... Estamos solo una semana en el lugar, pero como es tan intenso...

Las tecnologías son otro ingrediente importante del espacio. En tecnología variamos mucho. Si utilizamos drones, emplearemos uno que no se haya visto. Como ese derivado de los militares, que, por desgracia, son los más evolucionados. Nunca repetimos.

¿El Street View y el 3D de la anterior temporada ya son pasado? Eso son fases. Hemos conseguido eso y ya está. Este año, en un episodio hemos empleado realidad virtual avanzada para rodar. Hay veces que tenemos que traerla de fuera, que un equipo nuestro ha tenido que viajar a Japón, EEUU o a Israel solo para informarnos y adiestrarnos y, a veces, vienen ingenieros de otros países solo para que podamos hacer esas secuencias. Porque buscamos la tecnología que está llegando, aquella de la que pronto podremos hablar.

Lástima que no pudieron grabar lo destruido por los yihadistas. Con mi equipo, he visto mucho mundo, y seguiré viéndolo. El otro día, mi cámara calculó que solo rodando con Planeta Calleja damos la vuelta al mundo tres veces por temporada. Fíjese lo que sufrimos al ver en la tele que se había destruido algo por una sinrazón, poniendo como argumento una religión. Es una locura sin pies ni cabeza. Se cargan algo que lleva ahí miles de años y que es irrecuperable.

¿Cuál es el momento más emocionante vivido esta temporada? Todos tienen un momento álgido. Cuando ruedas, piensas que es imposible mejorarlo, pero vas a otro sitio y lo superas. Tenemos la sensación de ir in crescendo. Aunque quizá nos emocionamos especialmente en el delta del Ebro, porque Volando voy ha participado en ese experimento de tanta trascendencia. No es uno más: es en el que más se ha invertido, más agencias se han puesto de acuerdo, más equipo humano ha trabajado, más científicos se han agrupado para hallar un método para salvarlo.

Y en la fiesta final también afloran muchas emociones, ¿no? La fiesta es un homenaje al lugar que visitamos. Porque esas gentes dan tanto..., son tan especiales con nosotros, que creímos que la mejor manera de agradecérselo era proyectarles en pantalla gigante, antes de que se emitan en la tele, algunos de los momentos más emocionantes y, sobre todo, los más personales. Para que se diviertan, rían, y que lo puedan hacer delante de su gente, en su propio pueblo...

No me negará que eso recuerda al espacio del TV-3 'El foraster'... En el fondo, no nos parecemos en nada. Somos completamente diferentes. Quizá lo que podamos tener en común es que nos volcamos con la gente de los pueblos. Y que hay humor, que para mí es el desengrasante de la vida. Si algo no me divierte no lo hago. Cancelo.

Como 'el foraster' Quim Masferer, tiene una gran empatía con la gente de pueblo. Soy un defensor de la gente y las cosas de los pueblos, porque cada vez estamos en una sociedad más urbana en la que todo se diseña para quienes viven en las ciudades. Ahora nadie concibe vivir sin internet, pero, en el siglo XXI, a mi pueblo casi no llega. La gente de los pueblos no cuenta muchas veces, porque no es una gran agrupación de personas. Por eso me he convertido en un defensor absoluto de esas minorías. La gente que menos oportunidades y más ha sufrido es mi favorita. Esa es la gente con la que me vuelco, a la que subo en mi helicóptero...

Se enorgullece de ser de pueblo. Sí. Yo vivo en un pueblo de 36 habitantes, en Golpejar de la Sodarriba, en León. Voy a mi productora, que está en Madrid, dos o tres veces por semana, pero no duermo allí. Aunque sean las doce de la noche, vuelvo a casa. Porque si decido vivir en Madrid, me desarraigo. Y a mí me gusta irme a tomar una cervecita con mis amigos de toda la vida, con los que me he hice alpinista. Hacer con ellos las mismas cosas que hace 13 años. Eso es irrenunciable . Yo hago lo que sea con la única condición de que mi casa sea mi pueblo de León y allí tengo que dormir.

Es curioso que tenga ese arraigo alguien que siempre viaja... Por eso, como es mi filosofía de vida y predico con el ejemplo, este programa es una gran verdad.

¿Qué más proyectos tiene? Este es un formato que hemos inventado en Zanskar Producciones, con mi socia María Ruiz, donde hay un equipo brutal, que no tenemos broncas y nos reímos a muerte . Hacemos un programa original, que no es copiado de ningún país, y que se refrendó la pasada temporada con una gran audiencia. Esperamos que esta también la tenga y volvamos con una tercera. Y, luego, estrenaremos otro Planeta Calleja.

Frank Cuesta, de 'Frank de la Jungla', dice que usted está loco, que no controla el riesgo... Frank es amigo mío, también de León, y nos llevamos muy bien. Pero, curiosamente, lo que para él es una normalidad, como coger una cobra, en lo que no ve riesgo, yo en la vida lo haría. Con lo que depende de la óptica con la que se mire. Para mí, lo que hace él es de un riesgo brutal. Y, para él, lo que hago yo es una marcianada. Pero yo gestiono mi riesgo muy bien. De hecho, no he tenido un accidente grave.

Pues por la red circula una foto suya con la cara ensangrentada. Sí. Es que me caí haciendo 'running' de montaña. Casi pierdo el conocimiento. Y como no sabía qué me había pasado y no tenía un espejo, me saqué una foto. Al verme, me impresioné a mí mismo. Entonces mi hijo colgó la foto y por ahí corre.

¿Jesús Calleja para en algún momento? No. Para mí mis vacaciones son casi todo el año. Me lo paso tan bien trabajando... Además, si rodamos en Australia, se va el equipo y me quedo una semanita buceando. Y si me pilla por no se dónde, me busco una montaña. Aprovecho allí donde estoy para hacer algo.