Durante tres temporadas ha sido Amelia Folch en El Ministerio del Tiempo y su nombre quedará grabado en la enciclopedia de las series españolas junto a ese fenómeno audiovisual. Pero Aura Garrido (Madrid, 1988) siempre ha salido airosa de los papeles a los que se ha enfrentado. En El día de mañana, de Movistar+, da vida a una joven enamorada que deberá remontar su vida.

-¿Cómo ha vivido esta serie?

-Con mucha ilusión, porque me encanta. Y Carme es maravillosa. Desde los propios guiones ya me entusiasmó tanto el personaje de Justo, que es una pasada, como el mío. Y hay algo que me gusta especialmente, que está en los guiones y en la novela de Pisón, algo que era difícil de hacer adaptándolo a ficción pero han logrado, que es contar la historia de un personaje a través de las miradas de los demás.

-No es habitual.

-No. Estamos acostumbrados a que las historias de ficción audiovisual la cuenten desde un único punto de vista lineal que te dice qué pensar del personaje. Y esto tiene más que ver con la realidad, porque todos somos múltiples, tenemos muchas caras y nuestra esencia se conoce a través de las opiniones de los otros.

-Carme cambia mucho con Justo.

-Ella tiene una tragedia familiar detrás, está en deuda un poco por su tío, porque la ha acogido y la ha cuidado. Le ha dado un lugar en el mundo y un trabajo. Y tiene una vida como tantas mujeres en ese momento. Pero, desde el principio, tiene una identidad y una voz propias. Y unas inquietudes. Tiene su trabajo y sale adelante. Y tiene carácter. Pero cuando se enamora de Justo, es muy joven, y llega a él con una inocencia absoluta. Creo que eso tiene que ver con el primer amor: que te entregas por completo, no esperas que pueda pasar algo malo, confías plenamente... Y cuando te vas dando golpes en la vida, vas poniendo muritos y barreras, lo cual no siempre es bueno. Carme tendrá que lidiar con todo lo que le pasa por culpa de Justo.

-A usted le gusta que la serie haga un homenaje a su profesión.

-Sí. Ella encuentra su lugar en el mundo a través del teatro y, en cierto modo, aprende a confiar. Y es que a través de los personajes muchas veces comprendes algo de ti misma. A mí me pasa como actriz

-¿Ha preguntado a sus padres cómo era la vida en los 60?

-A mí, hacer una época cercana que no he vivido pero la gente de mi alrededor sí, me genera muchísima presión. Porque hay algo de memoria viva. Y es que puedes equivocarte en cualquier momento y pueden decirte que así no era. Del siglo XIX no hay nadie vivo y hemos llegado a un acuerdo de qué era lo que sucedió. Y una cosa muy curiosa que a mí me pasó en el rodaje es que había muchas cosas que, por mucho que hubiese estudiado, hubiese leído o me hubieran contado -que mentalmente supiera, vamos-, al vivenciarlas en el cuerpo te cambiaba mucho la percepción.

-¿Recuerda alguna de ellas en concreto?

-En la escena en la que se conocen Justo y Carme, que corren delante de los grises y se meten en un portal para refugiarse, ella va a salir y presencia la paliza de un gris a un manifestante. La primera toma que rodamos fue tan fuerte, que me quedé bloqueada y tardé unos segundos en reaccionar. Esa memoria física me hizo replantearme muchas cosas. Obviamente, como actriz, eso es oro, pero como persona también me pareció muy interesante ver que no es lo mismo que te lo hayan contado a vivirlo tú.

-Con el filme ‘Planes para mañana’ recibió un premio, ‘El Ministerio del Tiempo’ fue un ‘boom’ y, ahora, ‘El día de mañana’… ¿Todo lo que tiene que ver con el tiempo le da suerte?

-No lo había pensado, pero lo voy a empezar a practicar con los proyectos que me lleguen [ríe]. Aunque cada vez le doy más valor a lo que hago yo y no lo que viene después. Mi trabajo acaba cuando termina el rodaje. Una presentación, una entrevista, es algo residual, es decirle a la gente que eso está ahí y si quieren verlo, guay. Pero mi trabajo ya está hecho. Cada vez le doy más valor a lo que vivo en el rodaje, en los ensayos…