Se ha prodigado muy poco en televisión, pero ahora le ha llegado el momento de comprobar su gancho en pantalla con un personaje de relumbrón. Alberto Ammann es el protagonista indiscutible de Apaches (Antena 3) que adapta la novela autobiográfica del periodista Miguel Sáez.

-¿Hizo ‘casting’ para ser el protagonista absoluto de ‘Apaches’?

-No. Me ofrecieron el personaje y no lo dudé ni un segundo. En cuanto leí la novela, me entusiasmé. El primer guion lo leí antes de acabar la novela. Luego me hicieron alguna trampilla porque no hice casting, pero me llamaron para dar réplica a los compañeros. Creo que aprovechaban para verme y comprobar si daba el papel. Pero desde el principio fue bastante claro que iba a hacer el personaje. Tuve una conexión inmediata con Miguel Sáez hablando del mundo de los barrios.

-¿Se considera privilegiado por no tener que pasar un ‘casting’?

-Yo hago muchísimas pruebas. En este caso, no me considero especial. Agradezco tener trabajo y cuando me ofrecen una prueba me están brindando una posibilidad de currar. Si me dan un papel sin hacer casting, también creo que estoy de alguna manera a prueba. No doy por hecho que el papel es para mí. Tengo que currar lo mismo.

-¿Cómo ve a su personaje?

-Es un chico criado en el barrio de Tetuán. Su madre falleció cuando era casi un adulto y de repente se hace periodista. Su vida está muy bien encaminada y con una novia de la que está enamorado. De golpe su padre sufre un infarto y la familia se da cuenta de que está en quiebra por la joyería. Empiezan a descubrir que les ha ocultado todo y que el último año fingía ir a trabajar. Miguel empieza a darse cuenta de que su padre ha cometido montones de errores, ha mentido e, incluso, ha sido hipócrita. Es un momento duro para él, pero lo asume y decide salvar a su padre.

-Se supone que habrá hablado mucho con el autor de esta novela autobiográfica y que se habrán hecho amigos, ¿no?

-No me he hinchado a hablar. Hemos hablado mucho, hemos recorrido el barrio, hemos contrastado cosas y he recurrido a él para otras. Él estuvo de productor ejecutivo en la grabación, pero ha dejado mucha libertad en un gesto de generosidad que le honra. Elige a unos actores y unos directores con la productora y después puede darte algún detalle o corregirte alguna cosa, pero lo deja ahí. Desprenderse de algo tan personal no es fácil.

-¿Cómo fue su experiencia en ‘Narcos’?

-Muy interesante. Los medios eran potentes. También se me cayó un mito que tenía con los yanquis. Mi personaje es el único narco que habla en inglés y me costó preparármelo. No me dieron mucho tiempo y fue un poco agobiante. Pero luego sí que ves que tienen más dinero. Para rodar un capítulo tienes dos unidades, y para rodar esa secuencia mía estuvimos un día entero.

-Allí narco y aquí ahora delincuente…

-Sí. En Narcos soy más bien un psicópata, lo que me permitió pasármelo muy bien, porque te facilita una libertad expresiva bastante mayor. En ese papel de trastornado no tienes mucho límite y te lo compran todo.

-¿Se encuentra más cómodo en el cine que en la televisión?

-La tele tiene una dificultad que conocía poco. Ahora valoro más el trabajo de los compañeros en la tele y lo miro con otros ojos, porque la dificultad es enorme. Las prisas, la falta de tiempo… Uno quiere hacerlo mejor y tienes muchos más límites. Eso frustra y hay que aprender a frustrarte con deportividad.

-¿Es ahora más indulgente con sus colegas televisivos?

-Yo soy muy respetuoso y tampoco he sido muy crítico con ellos. Ahora estoy descubriendo en carne propia un montón de cosas de la tele que complementan la información que tenía antes.

-¿Por qué no le hemos visto casi nada en la tele?

-He ido enganchando trabajos en cine, porque han ido surgiendo. Nunca he tenido ningún prejuicio contra la televisión. Se ha dado así.