En 1953, Frank Olson, un científico de EEUU que trabajaba para la CIA, cayó al vacío desde el 13º piso de un hotel de Nueva York. ¿Fue un accidente? ¿Un suicidio? ¿Una ejecución para que no se fuera de la lengua? Esa es la cuestión planteada por uno de los documentalistas más importantes del mundo, Errol Morris, en la miniserie documental que Netflix España acaba de estrenar. Diseñada alrededor de una larga entrevista con Eric Olson -hijo del científico- a la que acompaña una sucesión de dramatizaciones e imágenes de archivo, Wormwood descorteza capas y capas de hechos, engaños, revelaciones y pistas falsas sobre el uso de armas biológicas por parte del Gobierno de EEUU, de los experimentos de la CIA para controlar la mente humana, y de los intentos por mantener la verdad lo más oculta posible.

-¿Qué cree usted que le sucedió realmente a Frank Olson?

-Estoy casi seguro de que fue asesinado. ¿Por quién, y por qué? No tengo pruebas, pero es inevitable dar por hecho que fue la CIA. ¿Tenían planeado matarlo desde el principio o es que el asunto se les fue de las manos? No lo sé. Pero lo sabré.

-De algún modo ‘Wormwood’ también habla del aquí y el ahora. ¿Fue su intención desde el principio?

-El gran problema de Donald Trump, además de su empeño en destruir mi país, es que miente mal. Muy mal. Dicho esto, Wormwood habría sido relevante de haber visto la luz en cualquiera de las últimas seis décadas. Desde el principio de los tiempos la mentira ha sido parte esencial de la política. El problema es que, en mi país, llegado un momento empezó a serlo demasiado.

-¿Cuándo?

-Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU se convirtió en el país más poderoso del mundo, y eso lo volvió loco. El miedo y la paranoia ante el enemigo comunista se extendieron, y eso dio legitimidad a los gobiernos para cometer excesos como la supresión de las libertades civiles o las intervenciones en otros páises. La CIA empezó a actuar de forma descontrolada. Y la mentira se institucionalizó.

-Y ahí sigue.

-Sí, ahí sigue, formando parte de la estructura de gobierno. A veces creo que la guerra fría nunca acabó, y que simplemente hemos sustituido a los comunistas por los terroristas islámicos. Nuestros líderes pretenden estar luchando contra el mismo Satán, y en base a ello justifican sus métodos.

-¿No cree que los ciudadanos aceptan que se les mienta?

-Napoleón dijo que la Historia es una colección de mentiras pactadas. Y sí, los seres humanos fuimos diseñados por Dios como una perfecta máquina expendedora de mentiras. Pero también existe un interés general por descubrir la verdad.

-Pero eso no siempre resulta posible

-Discrepo. Da igual que los adláteres de Trump traten de ocultar los hechos. La verdad siempre está ahí. El problema es que la Historia no, es perecedera. Los archivos se pierden, la gente muere, las evidencias son manipuladas. La historia de Frank Olson deja claro hasta qué punto intentan los gobiernos borrar sus huellas.

-De usted se dice que revolucionó el género documental con ‘The Thin Blue Line’ (1988). ¿Está de acuerdo?

-Con ella demostré que se había condenado a muerte a un inocente, y que el asesino era el principal testigo de la acusación. La importancia de Wormwood radica en que yo nunca antes había meditado sobre el coste de la verdad. ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar para conocerla? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio?

-¿Lo está usted?

-Estoy acostumbrado a andar con los ojos muy abiertos.