La hora en que entramos en la cama dispuestos a dormir determina la cantidad de horas que dedicamos al sueño, un periodo menguante entre la población española, que está en el origen de alteraciones del metabolismo -obesidad o diabetes entre las más graves-, endocrinas -desorden hormonal- e inmunológicas, lo que causa propensión a sufrir infecciones. Los españoles, de forma mayoritaria, infravaloran y retrasan hasta límites patológicos el momento de cerrar los ojos para dormir, indican los neurólogos expertos en el tema. «Aún hay mucha gente en España que piensa que dormir es perder el tiempo», ha observado la neurofisióloga Odile Romero, responsable de la unidad del sueño en el Hospital del Vall d’Hebron.

El fenómeno afecta tanto a adultos que permanecen absortos ante el televisor hasta que acaba Masterchef (0.45 horas), como a adolescentes que, una vez están en la cama, conectan la brillantísima luz de su móvil o tableta y no la apagan hasta dos horas después de haber dado las buenas noches a mamá. Esa intensa luz excita el núcleo cerebral que rige los ciclos de vigilia y sueño -el centro supraquiasmático- e impide empezar a dormir hasta como mínimo dos horas después de haber desconectado, o alejado, el aparato. Al día siguiente, en muchas casas el despertador suena a las 7 de la mañana. La dificultad de estos chicos para concentrarse en clase, o incluso para tragar el desayuno, es obvia. Su rendimiento intelectual y su estado de ánimo también se resienten. «Muchas depresiones se inician en un sueño crónicamente escaso», indica la neurofisióloga.

FALTA DE CONCENTRACIÓN / El proceso, que afecta a jóvenes y adultos incapaces de cortar con Whatsapp, Twitter o Facebook -la dependencia es compartida-, ya es motivo de consulta en los servicios dedicados a las patologías vinculadas al sueño, asegura el neurólogo Álex Iranzo, responsable de la unidad que atiende estos trastornos en el Hospital Clínic, de Barcelona. «Atendemos a adolescentes con problemas de concentración o fatiga constante que están durmiendo hasta dos horas menos de lo que necesitan porque cada noche están con el Whatsapp», afirma Iranzo.

En estas tendencias, o costumbres, influyen los horarios de emisión de los programas más vistos del día en la televisión, asegura el informe Sueño saludable: evidencias y guías de actuación, elaborado por la Sociedad Española del Sueño, que propone adelantar no solo la hora de inicio de esas emisiones sino los horarios laborales y comerciales. De esta forma, consideran, los españoles cenarían antes, e irían a dormir a una hora «europea».

«El horario, muy tardío, en que se emiten los programas de prime time de las teles españolas lo determina el público, y no al revés como se suele pensar -sostiene Romero-. Si los ciudadanos se sentaran ante el televisor a las 8 de la noche, porque esa fuera su hora de cenar, las cadenas adelantarían automáticamente las noticias y las películas, e irían antes a la cama. Todo va unido». «Lo que realmente condiciona la duración y calidad del sueño es la hora de acostarse», insiste la neurofisióloga, coautora del estudio, un minucioso análisis del sueño en España.

Los españoles duermen como media una hora menos que los ciudadanos del centro y norte de Europa, asegura la especialista. «Los adultos deberíamos dormir entre 7 y 9 horas diarias, y lo hacemos 6 o 7 horas -afirma Romero-. Esa deprivación de sueño implica riesgo cardiovascular y retrasa o reduce la secreción de la hormona melatonina, que regula el ritmo de vigilia y oscuridad en el cerebro».

APETITO Y HAMBRE / Cuando se duerme menos de lo necesario, indica el estudio de la SES, se produce un incremento en la sangre en los niveles de la hormona grelina, lo que aumenta el apetito. En paralelo, disminuye la presencia de leptina, la hormona que reduce el hambre. «Se siente el deseo de comer de forma abundante por la noche, con preferencia por los alimentos de alta densidad energética, grasas e hidratos de carbono», dice el estudio de la SES. Como la falta de sueño induce cansancio, se deja el ejercicio físico, aumenta el sedentarismo y se produce el denominado síndrome metabólico, que precede a la obesidad y la diabetes. En esa fase, puede haber tendencia a la depresión. Ya existen estudios que han demostrado este circuito enfermizo en niños españoles obesos, crónicamente escasos de sueño.