El caso del celador de Olot es excepcional. Después de casi ocho horas de sesión en la que una decena de especialistas en psicología y psiquiatría diseccionaron la mente del asesino del geriátrico La Caritat, el psicólogo forense Angel Cucurella aceptó en parte su derrota al final de la vista: "No sé si saldremos de aquí entendiendo por qué cambió de método (al utilizar lejía en lugar de fármacos para matar a tres de los 11 ancianos), si él tampoco lo entiende". En lo único en que coincidieron todos, salvo los dos peritos aportados por la defensa, es que el cuidador no padece ninguna enfermedad mental y era consciente de sus actos cuando perpetró los crímenes.

Ese es el enigma que acompañará siempre a Joan Vila ¿Por qué dio de beber líquidos cáusticos a sus tres últimas víctimas si lo que pretendía era ahorrarles sufrimientos? Una incógnita que solo tiene una respuesta clara para uno de los técnicos que declararon ayer en el juicio que se sigue en la Audiencia de Girona. Angel Muro, responsable del departamento de psiquiatría de la cárcel de Brians, lo atribuyó a que el acusado tiene "rasgos sádicos" y a que quiso convertir La Caritat "en un laboratorio de la muerte" para poder experimentar con una de sus grandes obsesiones.

Este doctor en psiquiatría, que fue de los primeros especialistas que visitó a Vila tras su detención, explicó que el acusado reconoció en la cárcel que cuando suministró lejía a Sabina Masllorenç, la primera de las tres ancianas a las que mató con este sistema, "vio cómo sufría y cómo murió sufriendo". Muro le preguntó entonces por qué volvió a administrar cáusticos a sus dos últimas víctimas y, al igual que todos sus colegas, no obtuvo respuesta. "Si alguien quiere que otra persona pase a mejor vida porque está sufriendo, nunca le administra algo que la hace sufrir más. Este es un punto básico para desmontar su argumento de que lo hacía por compasión", insistió.

SENSACION DE PODER Los psicólogos forenses Josep Ramon Juárez y Margarita Serra tampoco pudieron dar una explicación de por qué Vila se ensañó con sus últimas víctimas, pero sí explicaron cuál era, a su juicio, la motivación que le llevó a matar. "Su única motivación era su deseo de ser como Dios y poner rapidez en el tránsito entre la vida y la muerte. Un estado de poder, de sentirse poderoso y eufórico, porque tenía control entre la vida y la muerte, aunque en ningún momento perdió la capacidad de decisión", afirmaron.

Estos expertos recordaron que Vila les explicó que no se arrepentía de lo que había hecho porque consideraba que no había asesinado a nadie, sino que había "ayudado a morir" a los ancianos para evitarles sufrimiento. El celador incluso llegó a afirmar que, si se hallase en la misma situación, "volvería a hacer lo que hizo".