Ser hombre o mujer a ojos de la industria no es lo mismo y eso es algo con lo que juegan las empresas a la hora de crear campañas de publicidad, de lanzar anuncios o de pintar un producto de un determinado color. También a la hora de fijar precios. A pesar de que a nivel mundial, según cifras de la ONU, las mujeres cobran una cuarta parte menos que los hombres, cuando un producto está destinado a las consumidoras la suma de dinero que hay que desembolsar suele ser mayor.

A esta conclusión ha llegado el estudio El coste de ser un consumidor femenino realizado por el Departamento de Consumo de Nueva York, publicado en diciembre pasado. Para elaborarlo, compararon 794 productos con versiones claramente diferenciadas por género. La conclusión es que ellas pagan un 7% más que ellos por los mismos productos. De todas las categorías analizadas -ropa, productos de higiene, juguetes...-, el 42% de las veces el precio de la versión femenina era superior. Solo en el 18% de casos ocurría lo contrario.

CORTES MÁS CAROS

El precio de más que pagan las mujeres es popularmente conocido como tasa rosa. Aunque no hay estudios al respecto en España, basta con comparar precios entre versiones masculinas y femeninas de perfumes, por ejemplo, para comprobar que existe. O en servicios como los de peluquería. La tarifa del corte de pelo para hombres tiende a ser unos euros más barata que la de las mujeres, a pesar de que a veces la melena puede ser la misma o el corte más laborioso. Los profesionales aducen que lleva más tiempo el trabajo con ellas.

Para los especialistas, la diferencia de precio tiene una explicación sencilla: las mujeres están más dispuestas a pagar por determinados productos que los hombres. Así lo cree Pere Navalles, director del Máster en Neuromárketing de la Universitat Autònoma de Barcelona. “La primera segmentación que hay que tener en cuenta cuando se trata de un producto es el género”, dice.

UNA CUCHILLA ES UNA CUCHILLA

La organización de consumidores Facua no considera que esto suponga ninguna discriminación. “Más bien es aprovecharse de perfiles de consumidores que sabes que están dispuestos a gastar más”, sentencia Rubén Sánchez. Teresa Maria Pitarch, presidenta del Institut Català de les Dones, no está de acuerdo: "Nosotros pensamos que el hecho de que tengan que pagar más por el simple hecho de ser mujeres es una barbaridad y puede hacer que ellas se planteen no comprar ciertos productos".

Discriminación o no, lo cierto es que una cuchilla de tres hojas es una cuchilla de tres hojas, sea para afeitarse la barba o las piernas; sea azul o rosa. Pero el precio no es el mismo.