Alejandro Magno y Julio César son dos buenos referentes de líderes opuestos, apunta la terapeuta Júlia Pascual. “Alejandro era seguido porque era amado y admirado por todos; en cambio, Julio César era seguido porque era odiado y le tenían miedo. Uno era un jefe persuasivo y bueno; el otro, manipulador y tóxico”. Según la psicóloga, algunas de las cualidades para ser un buen líder serían: “Ser un modelo a seguir para todos, seguro de sí mismo sin ser arrogante, amable y firme al mismo tiempo, un buen comunicador que forja relaciones personales con sus empleados y les hace sentirse protagonistas del proyecto, empático, eficaz solucionador de problemas y que hace críticas constructivas”.

La especialista María José Poza recuerda que los trabajadores son los que hacen que funcionen las empresas. De ahí lo importante que es “facilitar su desarrollo personal”. Un buen mando, sostiene, debe saber transmitir el esfuerzo necesario para conseguir los objetivos, pero “apoyándose en sus subordinados y reconociendo sus valores”. Exigencia y respeto. El mejor jefe es el que es “capaz de reconocer que entre sus subordinados hay gente que puede ser mejor que él, aunque no es habitual”.

AMBIENTE DE COHESIÓN

Para “positivar” un clima laboral, hay que transmitir "entusiasmo y buen humor en un ambiente de cohesión que convierta las dificultades en retos a alcanzar”, concluye Poza.

Las organizaciones saludables, aporta la psicóloga Maite Sánchez-Mora, confían en el “liderazgo transformacional” que permite crecer a los miembros del equipo. Se requieren líderes con "visión, entendimiento, claridad y agilidad” porque el llamado entorno ‘VUCA’ (volátil, incierto, complejo, ambiguo) en el que nos movemos lleva a muchas personas al límite.