El Gobierno nipón y la operadora de la accidentada central nuclear de Fukushima pospondrán cinco años la retirada de combustible nuclear fundido del interior del reactor 1, originalmente prevista para el 2020, ante los retrasos en las labores de desmantelamiento.

La hoja de ruta original preveía también comenzar la retirada de barras de uranio de la piscina de combustible gastado de la unidad 1 en 2017 (labor que se retrasará ahora hasta el 2019).

Posteriormente se pretendía hacer lo propio con el combustible fundido que hay dentro del reactor, tarea que ahora se prevé ejecutar a partir del 2025, detallaron a la cadena pública NHK fuentes cercanas al asunto.

El cambio de planes responde a los retrasos para retirar la cubierta de poliéster que rodea al reactor 1, que resultó afectado por una explosión de hidrógeno en 2011, y los escombros contaminados que rodean el edificio ante el temor a que esta operación pueda esparcir polvo radiactivo por los alrededores.

El pasado mes de julio, las autoridades detectaron la presencia de material radiactivo en arrozales cercanos a la planta, aparentemente por el polvo que levantó la retirada de escombros que circundaban el reactor 3.

No obstante no se espera que estos retrasos afecten al conjunto del proceso de desmantelamiento de la planta (golpeada por el terremoto y tsunami de marzo de 2011), que se cree que concluirá en torno al año 2040.

Los reactores 1, 2 y 3 quedaron sin refrigeración tras ser golpeados por el tsunami que provocó el seísmo de marzo de 2011, por lo que las barras de combustible en su interior sufrieron fusiones parciales.

Los procedimientos para retirar este combustible son extremadamente complejos.

La operadora de la planta, Tokyo Electric Power (TEPCO) y el Gobierno nipón pretenden llenar los tres reactores dañados de agua y retirar el combustible del interior operando grúas por control remoto.

Sin embargo, aún se desconoce el estado real en que se encuentra el interior de las unidades de fisión, a las que no se ha podido tener acceso debido a los altísimos índices de radiación.

El accidente en Fukushima ha sido el peor desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986, y sus emisiones y vertidos radiactivos aún mantienen evacuadas a miles de personas que vivían en torno a la central, además de haber afectado gravemente a la agricultura, la pesca y la ganadería local.