El Nobel de Física de este año es «sobre un descubrimiento que asombró al mundo», la detección de las ondas gravitacionales, una revolución en la astrofísica, que ha abierto una nueva ventana al Universo. Así lo dijo ayer el secretario de la Real Academia Sueca de Ciencias, Goran Hansson, al anunciar un galardón que sigue al Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica que también recibieron este año los estadounidenses Rainer Weiss, Barry C. Barish y Kip S. Thorne.

Hace ahora dos años, el 14 de septiembre de 2015, el experimento LIGO detectó por primera vez las ondas gravitacionales, cuya existencia formuló Albert Einstein en su Teoría de la Relatividad General, aunque el anuncio oficial se hizo cinco meses más tarde. Mucho más tuvo que esperar la comunidad científica, exactamente un siglo, para poder dar la razón con pruebas a una de las mentes más privilegiadas del siglo XX.

Las ondas gravitacionales pueden describirse con una metáfora como «olas en el océano cósmico», así se refiere a ellas en su página web la Universidad de la Islas Baleares en España, una de las implicadas en la colaboración científica internacional LIGO. Las señal fue «extremadamente débil cuando llegó a la Tierra, pero ya está prometiendo una revolución en las astrofísica.

La Universidad de las Islas Baleares (UIB) se mostró ayer «super orgullosa» porque su Grupo de Relatividad y Gravitación ha formado parte desde el inicio de la detección de las ondas gravitacionales.